Construir y luego mantener en óptimas condiciones el Falcon del presidente de la dictadura socialista, el capricho quemabilletes de su sanchidad. Esa es la condena a la que han sometido a dos ingenieros españoles que, en vez de estar trabajando y produciendo para empresas como Ferrovial, que se tuvo que ir, pierden el tiempo con el avioncito de marras.
Jorge Carral de Segovia y Rodrigo Dueñas de Ávila se formaron como ingenieros aeronáuticos en las mejores universidades y podrían estar trabajando para el Ejército español, pero en vez de esto son poco más que criados del sepulturero. Una vergüenza y un desperdicio total de recursos sufragados por el erario público.
«Soy ingeniero y aquí estoy», dice Jorge. «Mi trabajo es el mantenimiento de aeronaves», añade su esforzado compañero. Sus palabras estremecen. Carreras profesionales brillantes cercenadas por los intereses sectarios de la progredumbre.