Este es tu último artículo gratis este mes. Te queda un artículo gratis este mes. Te quedan unos pocos artículos gratis este mes.
No renuncies a la Verdad, suscríbete

Suscríbete

Texto íntegro del Mensaje de Navidad del rey Felipe VI

MENSAJE DE SU MAJESTAD EL REY

Bueno, vamos de una vez con esta mier [se corta].

Buenas noches, a ver, me dirijo a vosotros en esta Nochebuena del año [insertar año] cuando estamos viviendo una vez más unas circunstancias verdaderamente excepcionales debido a la pandemia, etc.

Os agradezco sobremanera que me prestéis atención unos minutos en este mensaje anual de Nochebuena que en absoluto está grabado hace meses, en plena ola de calor de agosto. Para nada, está grabado hoy mismo, esta misma mañana de, esto… Nochebuena, en diciembre. De ahí que yo esté abrigado y en manga larga, porque hoy es 24 de diciembre.

Me comentan mis asesores que este ha sido un año muy difícil y no tengo motivos para ponerlo en duda. 

Lamentablemente, esta navidad vuelve a estar marcada por una crisis sanitaria provocada por un virus que no me entra en la cabeza que no hayamos sido capaces de erradicar o, como mínimo, devolver en caliente. Uno se pregunta si el Ejército podría hacer más de lo que ha hecho. ¿Podríamos haber disparado al aire para austarlo? No lo sé, no lo sé, siempre nos quedará la duda. 

Me pregunto si yo mismo, como rey, podría haber hecho algo para mejorar la situación de todos nuestros compatriotas. No me han faltado ganas de salir a caballo en busca de nuevas tierras que españolizar, pero ese proyecto quizá es algo que debamos aparcar para las próximas décadas o incluso para Leonor.

Así pues, estas reuniones navideñas serán diferentes. Os animo desde aquí a mantener distancias con vuestras respectivas familias, cenando en la habitación más grande que tengáis en vuestras casas. Sería de lo más aconsejable. Buscad alguna habitación que mida 100 o 200 metros cuadrados. Por supuesto, esas zonas de nuestros hogares son algo más frías, pero bastará con encender las chimeneas para caldearlas.

El año pasado, el virus irrumpió en nuestras vidas trayendo sufrimiento, tristeza, temor y códigos QR, una tecnología obsoleta que nadie pensaba que fuera a ser tan funcional. Esto debería hacernos ver que muchas veces hay cosas que pensamos que ya no son útiles y queremos desprendernos de ellas o pedimos que abdiquen y luego, en tiempos de zozobra, nos sorprenden para bien. Así que mucho ojo con todas esas personas que piden cambiar las cosas o que hablan de “instituciones obsoletas” porque generalmente se equivocan y podrían acabar en la cárcel por hacer esos comentarios en voz alta.

Muchos ciudadanos y familias vivís la angustia del desempleo, la precariedad, etc. Por todo ello es lógico y comprensible que el desánimo o la desconfianza estén muy presentes en tantos hogares, especialmente si miráis alrededor y veis que a lo mejor esos hogares son de cartón, si es que son de cartón, porque no sé cómo son vuestras casas. En realidad, prefiero no saberlo. ¿Son de cartón? ¿Recogéis maderas por la calle y construís con eso vuestras casas? ¿Llegáis a pelearos entre vosotros para quedaros con las mejores tablas? No lo sé, confío en que, pese a la precariedad, la civilización y el entendimiento que caracterizan a nuestro gran pueblo os permitan solventar vuestras pequeñas disputas sin llegar a la violencia.

Hablando de empleo, quiero también mandar un saludo a todos esos jóvenes, como Ibai Llanos o Elxokas, que estos dos años de pandemia han consolidado un modelo laboral de larga tradición en España que consiste en grabar vídeos desde su casa, como hago yo mismo.

Muchas familias no os habéis podido reunir esta noche como teníais pensado por las medidas sanitarias o por problemas con la justicia, etc. Sea cual sea el motivo por el que esta noche no podéis estar con vuestros seres queridos, sabed que os comprendo muy bien.

Sueño con una España en la que podamos vivir todos juntos, en armonía, bajo un único techo, pero eso no puede ser.

Os imagino en vuestras casas, si es que tenéis, y se me rompe el corazón, de verdad. Ojalá pudiera meteros a todos aquí, en La Zarzuela, pero no puede ser porque no cabemos. Seríamos entonces una familia feliz y bien avenida. Probablemente habría problemas con los turnos para ir al baño pero no me cabe duda de que seríamos capaces de solventarlos. Yo haría barbacoas los domingos y la princesa Leonor y la infanta Sofía jugarían al escondite con vosotros, pues os tienen un gran aprecio y siempre están hablando que si los españoles esto, los españoles lo otro…

Buf, qué calor. Me aso. Me puto aso.

Como decía, todos hemos hecho sacrificios este año. Yo mismo, sin ir más lejos, me vi obligado a firmar los indultos de algunos políticos presos que el Gobierno decidió liberar. Fueron días de mucha tensión aquí en casa y puse todo tipo de excusas, como que me había caducado el DNI electrónico y cosas así. Pero al final el deber manda y uno, como español, debe ser capaz de hacer frente a todos los retos, por más que le parezcan indignos o equivocados. Es cierto que al final no los firmé yo mismo sino Fermín, el becario que firma todos los papeles por mí, pero para el caso es lo mismo.

Joder, no puedo más, me suda el culo.

A lo largo de las últimas décadas, ante dificultades también graves, siempre hemos sido capaces de superarlas. Y esta situación que estamos viviendo no va a ser distinta… 

Como digo, y vamos a ir acabando ya porque me mareo del calorín que hace, lo importante es no caer en el desánimo. Sé que esto es difícil porque todo son obstáculos y más obstáculos. Por ejemplo, ahora, de repente, no hay médicos. ¿Dónde han ido? ¿Os los habéis comido? ¿Habéis decidido matarlos de puro cabreo? Sé que los españoles tenéis problemas de control de la ira, pero esto es algo que me podía imaginar de los catalanes o de los vascos, pueblos apenas sin civilizar y movidos por la inquina, pero no me lo imaginaba de la gallardía madrileña. Aún así, puedo entenderlo: yo mismo, en ocasiones, cuando a lo mejor no queda flan en casa y a mí me apetece flan, rompo cosas y agredo a gente.

Y ahora hablemos de lo que todo el mundo está esperando que yo hable, el rey emérito, Juan Carlos I.

Exacto, el rey emérito. Voy a hablar de este tema.

¿Qué? ¿Pensábais que no iba a hablar de este tema? Pues estabais muy equivocados. Respecto a este asunto quería mostrar la mayor de las contundencias y sincerarme de una vez por todas. Llevo mucho tiempo callado y creo que es conveniente dar un paso al frente, sin vergüenza, y reconocer que no sé lo que significa «emérito». Todo el mundo empezó a decir «emérito esto, emérito lo otro» y al final pasó tanto tiempo que ya era demasiado tarde para preguntarlo. Pues bien, lo digo, no sé lo que significa emérito. ¿Hacer méritos por correo electrónico? No lo sé, puede que sea eso, pero todos sabemos que quien más correos electrónicos ha enviado en esta familia ha sido mi cuñado Iñaki Urdangarin.

¿Rey Emérito… o más bien Rey Desmérito? Esto es una broma que hacemos aquí en palacio.

¿Rey Emérito o Rey demiérdico? Esto es otra broma que hacemos.

Hay mucha gente pasando sola estas navidades por el virus, que está causando estragos. Incluso algunos buenos amigos de esta familia, como el tenista Rafa Nadal, están pasando la Nochebuena en soledad. Yo le animo, desde aquí, a buscar la compañía de sus amigos, en especial de Juan Carlos I. Ya no está a tiempo de cenar con él hoy, pero le animo a volar mañana a Abu Dhabi para que le haga una visita relámpago y le colme de abrazos y besos. 

Este año, la princesa Leonor se ha separado también de nuestra familia y está estudiando en un internado preparándose para el futuro que tiene por delante: ser vuestra reina. Por supuesto, no necesita tal preparación porque va a ser reina igualmente. No es que tenga que sacarse unas oposiciones ni nada de eso, jaja. Y no es que sea un chollo tampoco, dado que muchas veces toca trabajar en entornos hostiles o en épocas de muchísimo calor.

Sé que hay muchos españoles que entienden que esto es irregular en un país que presume de ser una democracia consolidada, pero a este colectivo de personas envidiosas y miserables les hago una pregunta: ¿qué haríais vosotros? Tú heredas un país y no preguntas. No te vas a poner tiquismiquis.

Uno no rechaza un regalo de esas características, especialmente cuando hablamos de un obsequio tan personal. Y digo que es personal porque se compone de 47 millones de personas. 

¿Qué hubieran pensado estas personas si yo hubiera dicho que no lo quería? ¿No habrían pensado estas personas (vosotros), a las que tengo tanto aprecio, que mi negativa a heredar un país era en realidad un rechazo frontal, un rechazo a nivel personal? ¿No se habrían ofendido gravemente? ¿No habrían pensado que su rey se creía mejor que ellos? Efectivamente, reinar no es un regalo que se pueda rechazar. 

¿Cómo será el próximo año? No lo sé, pero hay señales para la esperanza. Este mismo año he tenido oportunidad de viajar en autobús. ¡Qué miedo pasé! Aún así, me quedó muy clara la bonanza de España. Jamás me pude imaginar que los españoles viajaban en coches tan y tan grandes. La reina y yo mismo usamos un miserable coche de tamaño normal para desplazarnos.

Estoy sudando a chorros, chiquillo. No puedo más.

Feliz Navidad y todo lo mejor para un 2022, 2023, 2024, etcétera, lleno de esperanza. Os lo deseamos la Reina, la Princesa de Asturias, la otra niña, la Corinna de las narices, el niño que sale con ella en las fotos y que tiene la cara desenfocada y yo mismo.

Egube… eguberri. ¿Eguberri? Es que no me jodas, lo que uno tiene que aguantar. Pues eso, Eguberri, Bon Nadal y en gallego pues lo mismo pero dicho en gallego, sea lo que sea. Navidiño, no sé.

Me aso, me aso. Agua.

Palacio de La Zarzuela, 12 de agosto de 2021.

Puedes revisar el discurso de la Nochebuena de 2020 aquí.