Solo una semana después de haber empezado a construir un castillo de arena en una playa de Pals, en la Costa Brava, el pequeño Guillermo López ha erigido una estructura mayor que la del apartamento en el que se aloja con su familia durante las vacaciones. «Estamos valorando seriamente el traslado, pero el niño dice que el castillo es suyo y que es para sus muñecos», explica el padre.
Son muchos los curiosos que se acercan a la playa para ver el ya célebre castillo, pero la decepción es generalizada. «Claro, el castillo es más grande que el apartamento que nos han alquilado pero lo que llama la atención es el tamaño del apartamento, el castillo del niño tiene las medidas habituales», aclara la madre de Guillermo. «Las humedades del baño son dignas de ver, en el castillo el techo está en mejores condiciones», asegura.
La familia dedicará los próximos días a convencer al niño para que ponga el castillo en alquiler o, si lo prefiere, para que construya otro igual al lado. «Hay mucha gente que se ha interesado, no somos los únicos del bloque de apartamentos que ha visto la luz con lo de los castillos de arena», declara el padre del niño.
Muchos temen que ahora se produzca una burbuja inmobiliaria que afecte a los castillos de arena, los cuales podrían ir troceándose cada vez más para poder alquilarlos a más gente. «Esta mañana mi niño estaba hablando con un empresario chino con su teléfono de juguete, creo que ya tiene apalabrada toda la costa», confiesa la familia.