El padre Valdés tomando una curva.
El padre Valdés ha ido escalando posiciones en la tabla desde que inició la temporada. Apenas sin apoyos, se ha ganado la confianza del público y el respeto del resto de padres y obispos: «no he podido encontrar un buen ritmo y Valdés ha estado impresionante, qué más puedo decir» declaró el arzobispo de Canterbury tras la carrera. Por su parte, Valdés también ha reconocido el mérito del contrincante inglés: «ha sido una carrera muy emocionante, la cantidad de barro en los primeros metros la ha hecho muy difícil. Los anglicanos, como es natural, controlan ese tipo de terreno, pero he estado presionando al arzobispo de Canterbury y bueno, Dios ha estado de mi lado.» Ciertamente, tras el abandono de Monseñor Chateau, la carrera ha estado dominada por el inglés. Pero Valdés no ha perdido la templanza y ha comenzado a aumentar la frecuencia de sus empujes.
Nunca en la historia de esta competición se ha visto a nadie doblar las curvas como lo ha hecho hoy el padre Valdés. Los últimos trechos han sido pasmosos, en la recta final estaba apenas a tres metros del templo gótico del arzobispo de Canterbury. Y finalmente ocurrió el milagro. El padre Valdés ganó, colocándose sólo tres puestos por debajo del récord mundial. Su bajo centro de gravedad, el diseño de su templo (una humilde pero exquisita catedral de planta románica con añadidos mudéjares) y la fe que profesa a Nuestra Señora de Albarracín, han sido las armas de este humilde párroco de provincias para humillar a unos rivales que parecían muy superiores.