«El glande es la fresita roja de la tita y el prepucio es la mantita que cubre la fresita roja de la tita», explicó pacientemente el padre de Adrián cuando fue a recoger al niño. La definición paterna, menos exacta pero adaptada a la mentalidad infantil, pudo saciar la sed de curiosidad del pequeño.
María del Carmen Tomé, la abuela de Adrián, cree que el suceso debería incitar al debate: «Es inquietante que un crío de 6 años haya oído por ahí la palabra prepucio. No es un lenguaje que corresponda a esa etapa de la vida y sin duda esos términos los oyen en los medios de comunicación. Por otra parte, no existen diccionarios pensados para ayudar a los padres a salir del atolladero cuando los niños hacen preguntas que no tocan».
El filólogo Andrés Gutiérrez advierte que «el lenguaje se puede edulcorar hasta cierto punto. Lo del prepucio se puede describir de una forma más o menos digerible, pero si hablamos del ‘fist fucking’, por ejemplo, hay que tener un gran dominio de la poética para definir con elegancia la acción de copular con el puño».