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Le pregunta a un vecino a qué piso va y el vecino le lee la Ley Orgánica de Protección de Datos

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«El Tribunal Constitucional señaló en su Sentencia 94/1998, de 4 de mayo, que nos encontramos ante un derecho fundamental a la protección de datos por el que se garantiza a la persona el control sobre sus datos, cualesquiera datos personales, y sobre su uso y destino, para evitar el tráfico ilícito de los mismos o lesivo para la dignidad y los derechos de los afectados; de esta forma, el derecho a la protección de datos se configura como una facultad del ciudadano para oponerse a que determinados datos personales sean usados para fines distintos a aquel que justificó su obtención». Con estas palabras respondió un vecino a Héctor Salazar Juárez ayer por la tarde cuando él le preguntó a qué piso se dirigía, pues habían coincidido en el ascensor. Veinte minutos después -el vecino había detenido el ascensor antes de empezar a hablar-, supo que acababa de recitarle de memoria la Ley Orgánica de Protección de Datos (LOPD) según consta en el Boletín Oficial del Estado (BOE).

Salazar asegura que se interesó por los datos personales del vecino (el piso al que se dirigía) para pulsar por él el botón del ascensor, es decir, como gesto de amabilidad y sin intención de aprovechar la información para otros fines. Pese a que el vecino insistió en que «nadie ofrece un servicio gratis sin esperar nada a cambio», la explicación parecía estar funcionando hasta que Salazar le dijo «no te tienes que tomar las cosas tan a pecho, Eusebio [nombre ficticio]». El detalle de que Héctor Salazar conociera su nombre escandalizó a Eusebio [nombre ficticio], muy preocupado por saber cómo había accedido a dicha información.

«Le dije que su nombre estaba en el buzón. Me hizo bajar otra vez a la portería para enseñarme la etiqueta de su buzón, donde no figura ningún nombre. Argumenté que en algún momento habría visto una carta con su nombre sobresaliendo de la ranura del buzón, pero no quedó satisfecho. Me comentó que, si sabía su nombre por haberlo visto en su correspondencia privada, entonces también debía saber en qué piso vive, por lo que algo estaría tramando yo si se lo había preguntado. Se fue después de jurarme que hablaría con su abogado», explica Héctor Salazar.

Al cierre de la edición, un repartidor ha llamado a la puerta de Héctor Salazar y le ha preguntado si podía quedarse con un paquete a nombre de Eusebio [nombre ficticio], que no se encontraba en su casa (Eusebio [nombre ficticio] sigue en el bufete de abogados). Héctor ha permanecido impasible, sin saber qué responder, hasta que el repartidor se ha marchado sin efectuar la entrega.

En 2018 [año ficticio], Eusebio [nombre ficticio] llevó a juicio a su exmujer Laura [nombre ficticio] al descubrir que había facilitado su número de pie al dependiente de una zapatería del distrito de Ciudad Lineal de Madrid [distrito ficticio, ciudad ficticia] con la excusa de hacerle un regalo que nunca recibió, pues la pareja rompió precisamente por aquella indiscreción.

En 2019, Héctor Salazar averiguó el nuevo domicilio de Laura [nombre ficticio], recién separada de Eusebio [nombre ficticio], y la estuvo acosando hasta que ella lo amenazó con pedir una orden de alejamiento.

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