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Dudan entre darse dos besos o darse la mano y acaban haciendo el amor

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«Fue muy incómodo de ver. Hasta que no empezaron a follar no terminó la tensión, lo cierto es que sentimos alivio cuando se decidieron». Con estas palabras comentaba esta mañana un empleado de la compañía Jenkins&Co. el momento en el que Laura Segura, del departamento de Distribución, y Rodrigo Lombardo, de Ventas, se encontraron por primera vez en la sede de Barcelona y dudaron entre darse dos besos o darse la mano. «Acercaban la mano tímidamente, pero también la cara, y no tenían claro por dónde tirar. Los demás tuvimos que mirar a otro lado porque era difícil de soportar», relata su compañero. Al final, él se quitó la americana en un arrebato y los dos se abrazaron, se arrancaron la ropa con frenesí y se tumbaron en el suelo de moqueta para hacer el amor. Cinco minutos después, los dos, con el pelo alborotado y aún sofocados, se reunían con el resto para abordar la nueva estrategia comercial de la empresa.

«Hacer el amor es la mejor manera de romper el hielo», explica la psicóloga Marina Loreto. «Darse placer ayuda a empezar el encuentro con buena disposición. Estrecharse la mano marca una distancia que luego cuesta recortar, y los dos besos, sobre todo si se dan rápido, como para quitarse el tema de encima, no ayuda a acabar con la incomodidad, al contrario. Lo mejor es poner las cartas sobre la mesa desde el principio, demostrar que no hay nada que ocultar», señala la experta.

Tanto Segura como Lombardo coinciden en que fue «como temerle al abismo y acabar asomándose a él para tirarse. Y luego ves que no había para tanto». Cuando se les pregunta qué harán si vuelven a coincidir en un futuro cercano, ambos dudan. «Supongo que lo suyo es masturbarse, y la siguiente vez ya quizá los dos besos, o besos en la nuca, para acabar dándonos la mano en la siguiente reunión. Desescalar poco a poco, pero con una confianza que hemos ido construyendo», comenta Laura. «Sí, porque optar por ir a más, teniendo hijos y todo esto, es excesivo teniendo en cuenta que solo somos compañeros de trabajo y tenemos nuestras vidas», admite Rodrigo.

Después de la reunión, los dos colegas fumaron juntos el cigarrillo de después en la terraza y se despidieron con un «Hasta luego, cariño».

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