Y el alcalde, con toda la cara al aire, enhiesta y sonrojada, al fin se casó. Lo hizo el pasado fin de semana, por la Iglesia y rodeado de cientos de amigos del mundo de la política, numerosas personalidades de la aristocracia y tres amigos del futbito (Chusqui, Maroto y Toñín, a los que invitó por compromiso).
Martínez-Almeida llegó al templo a las 11:30 horas de la mañana. Lo hizo muy bien peinado y sonriente entre gritos de «¡Viva el alcalde!», «¡Viva el novio!» y «¡Torero!». Antes de entrar a la iglesia, sacó una motosierra del coche nupcial y serró dos árboles que, según él, molestaban. «¡Sin duda, es el día más feliz de mi vida!», dijo.
El novio permaneció a pie de calle saludando a los invitados célebres que iban llegando hasta que, poco antes de las 12:08, se dirigió al altar. A las 12:10 salió y taló otro árbol más porque, según él, molestaba. «Insisto, el día más feliz de mi vida», repitió.
Fue en ese momento cuando Teresa Urquijo llegó a la iglesia acompañada de su padre dentro de un VTC sin decorar. «Mucho mejor que un taxi, dónde va a parar», dijo al salir, guapa y sonriente. La novia saludó fugazmente a los curiosos que le gritaban «¡Alcaldesa!». Y ella tuvo que aclarar que no lo será «por lo menos hasta 2028», tal y como ha pactado con el PP de Madrid.
LOS INVITADOS A LA BODA
Desde las 10:50 de la mañana, los invitados a la boda del año desfilaron por delante de la iglesia de San Francisco de Borja. Una de las primeras en llegar fue Esperanza Aguirre junto a su marido, derrapando y haciendo trompos con su coche y con la moto de un agente de movilidad incrustada en el guardabarros de una de las ruedas delanteras. También Alberto Ruiz-Gallardón y su esposa. «Hombre, el hijoputa», dijo Aguirre dándole dos besos al que fue su contrincante político.
Casi al mismo tiempo que llegaba Almeida lo hacía el presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, acompañado por su mujer, Eva Cárdenas. El dirigente del PP fue recibido con gritos de «¡Presidente, presidente!» a los que él respondió diciendo «es verdad, es verdad que soy el presidente porque gané yo las elecciones, pero al final decidí no serlo, pero lo soy». Cuca Gamarra llegó acompañada de un joven con anorak brillante que presentó como Charli Camuñas «El Camu».
A continuación, llegaron el presidente del Atlético de Madrid, Enrique Cerezo, José María Aznar con Ana Botella y María Rosa.
A la llegada de ******, presidente del fondo buitre ******** que es propietario de 8900 viviendas en tu ciudad, incluida tu casa, se obligó a todos los curiosos a mirar al asfalto para que no pudieran conocer su rostro.
Justo después aparecieron la infanta Cristina y su hijo, Juan Urdangarin. Y unos instantes después lo hizo el rey emérito. Don Juan Carlos que se tiró al suelo en cuanto pudo para contentar a los que se habían acercado a verlo, que esperaban su número estrella.
Luego, generoso, al saludar al alcalde se tiró al suelo otra vez, entre aplausos y vítores.
Tras el paso del emérito fue el turno de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, entre gritos de «¡Viva España!» y «¡Echa a Sánchez!». Llegó sola, sin su pareja, que ha tenido que quedarse en casa porque han reventado unas cañerías.
Y ya a las doce en punto hicieron su aparición la Infanta Elena con sus dos hijos, Froilán y Victoria Federica, que insistieron en aparcar el coche dentro de la iglesia porque no les gusta que Robusto (el nombre del coche) «duerma en la calle».
UN BESO CASTO EN LA MEJILLA
El enlace, una ceremonia católica tradicional, fue celebrado por Gonzalo de Castro Maz-Duur «el devorador de almas» y Melissa Lengua Roja, el mago y la hechicera que llevan más de 200 años sirviendo a la Casa Real, y se prolongó durante una hora y cuarto aproximadamente.
Hubo un momento divertido al culminar la ceremonia en el que uno de los sacerdotes se confundió y dijo «puede besar a la polla».
A las 13:20 horas, Almeida y Urquijo salieron del templo, ya convertidos en marido y mujer. «¡Que se besen!, ¡que se besen!, ¡que se besen!», corearon los curiosos. Ellos acercaron sus caras pero, en ese momento, Almeida dijo «un momento» y cortó unos árboles con su motosierra que, según él, molestaban.
Luego, los cerca de 400 convidados se desplazaron al bar mesón «Los Higadillos» en 13 autobuses y 15 coches. «Yo voy en coche, que así me vuelvo a casa cuando quiera, que si no luego tienes que esperar a que se vuelva todo el mundo», dijo Esperanza Aguirre mientras se aseguraba de que los depósitos de nitroglicerina de su coche estaban llenos para hacer la travesía.
MESÓN «LOS HIGADILLOS»
El menú, tras un cóctel de bienvenida consistente en una copa de cava con grosella y aceitunas rebozadas, consistió en 15 platos de patatas bravas para poner en medio, un sorbete de limón al mojito «para refrescar entre plato y plato» y un lomo de res en salsa de vino tinto acompañado de puré de patatas trufado. «Carne, carne, para fastidiar a la izquierda», rió Almeida con la boca llena cuando trajeron los platos, momento en el que Juan Carlos I aprovechó para tirarse al suelo una vez más, para alegría de los presentes, que celebraron el gesto volteando las servilletas y gritando «Viva España» y «que se joda Puigdemont».
«La chica esta», dijo de la novia, señalándola con disimulo, «que no pase hambre, que parece simpática».
El hecho de que el alcalde dijera a uno de sus amigos (Chusqui, Maroto y Toñín) “una copa más y le digo algo, que hoy estoy que me salgo” en referencia a la novia, ya su esposa, hizo pensar a muchos testigos que, efectivamente, su relación no es la típica.
Al cortar la tarta (un helado Comtessa para los mayores, un limón helado para los niños), el alcalde sacó una pelota de fútbol de la nada y, al grito de «Viva el novio», le pegó un balonazo a un niño en toda la cara. Luego se animaron a bailar un chotis, momento que fue aprovechado por Juan Carlos I para tirarse al suelo.
Luego todos los invitados corearon la canción «porque es un muchacho excelente» a la estrella del día: Florentino Pérez.
Otros invitados, como Cuca Gamarra, aprovecharon la generosidad de los novios para hacer uso de la barra libre. «Este es el plan, nos traerás dos martinis de Absolut, sin hielo, luego exactamente siete minutos y medio después nos traerás dos más y luego dos más y luego dos más cada cinco minutos hasta que uno de los dos caiga redondo», le dijo Gamarra a uno de los camareros mientras Feijóo se limitaba a sonreír y a intentar seguirle el ritmo.
Con tantos invitados, fue imposible controlar los vídeos publicados en redes sociales y en uno de ellos se puede ver al emérito hablando por teléfono con una de sus nietas y diciendo «Oye niña, pídele a tu padre 250 euros, que son para el regalo de bodas de este».
Al acabar la celebración, algunos de los invitados propusieron terminar la fiesta «celebrando la vida» delante de Ferraz. Otros (Esperanza Aguirre) propusieron una carrera clandestina por la M-104 que no fue secundada.
Froilán exprimió la boda al máximo y fue el que más ha alargó la celebración, despertando hoy lunes a las 11:30 en un carguero vietnamita con mucho dolor de cabeza, completamente desnudo y con un tatuaje en el pecho en el que pone «BORBONEITOR» en letras góticas y sin recordar cómo ha acabado ahí.
LA LUNA DE MIEL
Aunque han intentado mantenerlo en secreto, los novios pasarán su luna de miel en Las Maldivas, donde se espera que el alcalde disfrute de lo lindo talando árboles y tenga oportunidad de conocer, al fin, a su esposa, Teresa Urquijo.
A la vuelta ya repasará el reportaje de bodas, encargado a Telemadrid.
