«No, pero a ver, escúchame, escúchame», insiste Mario Ramal en la terraza de una cafetería del centro de Valladolid, donde ha quedado esta mañana con una mujer a la que intenta convencer de que hoy en día es imposible quedar con una mujer en una terraza para hablar tranquilamente. «Pero déjame acabar», exige cada vez que su interlocutora balbucea o hace algún gesto que parece anticipar una interrupción. «Fíjate en la hostilidad que recibo ahora mismo, solo por expresar mi opinión», se queja sin que la mujer haya tenido oportunidad de decirle nada.
Ramal argumenta que «de tanto decir que todo es política, al final es verdad que se politiza todo, y ya por retirarte la silla antes de que te sientes, tú me puedes acusar de ser un señoro, por ejemplo, cuando estoy siendo simplemente educado». El hombre ignora el detalle de que la mujer ya estaba sentada cuando él ha hecho acto de presencia en la terraza quince minutos tarde.
«Hemos dejado que las feministas nos enfrenten, cuando antes que hombres o mujeres somos personas», reitera este hombre, que ha aprendido lo que es el feminismo viendo los informativos de Antena 3 todos los martes y jueves mientras da cuenta de los almuerzos que le prepara su madre.
«Bueno, me voy que tengo lío. Y no te digo que estás muy guapa porque ya sé que hoy en día no le puedes decir a una mujer nada sobre su físico, pero vamos, que no sé si te has tocado o algo pero estás muy bien», ha dicho el hombre justo antes de abandonar la terraza sin pagar su consumición. La mujer ha podido evitar «el piquito de despedida» haciendo ver que estornudaba.