«Pronto el planeta será irrespirable y conviene prepararse. A mí no me va a pillar en bragas». Con estas palabras justificaba esta mañana Camilo Torral la construcción de un búnker en el jardín trasero de su chalé adosado en Soto Del Real, en Madrid. Las obras, que han suscitado protestas de los vecinos por el ruido, eran «inaplazables», dice Torral, y no por el cambio climático, que según él no existe, sino por el auge del feminismo.
Este hombre, ex empresario y «gran lector de prensa y por lo tanto persona informada», augura un futuro «muy negro» para «los de mi especie», es decir, los señores de más de cincuenta años que están siendo silenciados «y tildados de fachas» cuando expresan sus opiniones. Para resguardarse de esta creciente y asfixiante falta de libertad, Torral ha diseñado un espacio subterráneo con cava de puros y convenientemente insonorizado «para poder expresar, si cabe a voz en grito, mis opiniones políticas y lo que pienso de las feministas y de los fluidos trans y toda esta gente woks».
«No descarto que el búnker tenga un plató para poder emitir mis opiniones en directo en cualquier canal afín de Atresmedia que actúe como medio clandestino y mantenga viva a la resistencia en plena dictadura progre», dice.
Para la construcción del búnker, el empresario retirado no ha solicitado licencia alguna, consciente de que «los acólitos del perro no me habrían dejado hacer nada». «Cuando digo perro me refiero a Sánchez, y esto lo digo porque estoy en la entrada de mi búnker. Fuera de aquí me expondría a un bombardeo de insultos», subraya.
La familia de este señor confiesa que, desde que el hombre vive en el búnker, son todos mucho más felices en casa. La hija mayor de Torral, de hecho, ha abandonado sus estudios de Administración de Empresas y ha empezado Filología Inglesa. La menor se plantea seriamente invitar a comer a su nuevo novio cantautor para que su madre lo conozca.
