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El ratón de Disney.

Este pasado uno de enero Disney perdió los derechos exclusivos de mi imagen, el ratón de Mickey Mouse. A partir de este año, podré ser usado por cualquier persona o empresa sin que esta tenga que rendir cuentas o pedir permiso a Disney. 

Esto es algo que, en mi opinión, puede ser muy perjudicial y traer mucho dolor a muchas personas y en especial a mí. Pensemos por un momento qué puede ocurrir si un desaprensivo decide cogerme a mí, que me he convertido en el estandarte de Disney, y escribir ficciones conmigo. Ficciones en las que yo podría expresar opiniones controvertidas o en las que yo hiciera cosas que en otros tiempos, controlado por Disney, jamás habría hecho.

Tenemos que impedirlo cuanto antes.

¿Vamos a permitir que nuestro patrimonio cultural pueda ser utilizado y mancillado por cualquiera? No, necesitamos leyes de copyright más rigurosas. La producción cultural actual no sigue los patrones de producción que seguía hace décadas y hay personajes muy antiguos que siguen siendo muy vigentes y que son iconos culturales con los que mucha gente se siente identificada. Que pasen a dominio público significa dejarles a merced de cualquiera. La sensación de indefensión es inmensa. 

Ahora mismo, yo podría ser usado por diarios satíricos que me podrían obligar a escribir palabras como escroto, ojete, polla, cipote, coño, fist fucking, escupitajo de mierda, diarrea de semen. 

Y es legal. Cien por cien legal. Y nadie puede impedirlo.

Con las leyes de propiedad intelectual vigentes hoy en día es completamente legal y los abogados de Disney no pueden impedir que yo, en esta tribuna, firme de mi puño y letra un texto en que el digo que odio a los niños, por ejemplo. O, yendo más allá, que diga que me gusta comer niños después de asesinarlos. O que exprese opiniones políticas como que el capitalismo nos está llevando a una espiral de autodestrucción imposible de detener y que gran parte de esa culpa la tiene la principal herramienta propagandística de Occidente, que es Hollywood, y en especial Disney. 

Parece impensable, pero sí, desde este uno de enero, cualquier persona puede utilizarme para firmar una tribuna de opinión en la que se afirme que Disney es el símbolo de todo lo que funciona mal en el planeta Tierra. ¡Oh, qué dolor! ¡Pueden hacerme decir cualquier cosa!

Puta.

Coño.

Me follo a tus muertos.

Culos con menstruación.

Masticar tetas.

Viva el supremacismo blanco.

Me gusta que me meen en la boca.

Me cago en la sangre de Cristo y en Mahoma también. Y en Buda.

Disney puta.

¡Y encima es cien por cien legal! Todo legal. Disney no puede hacer nada. ¿Sabéis que una vez le hice una felación a Papá Noel? Sí, metiéndole el dedo en el ano. Y había caca en el ano, además, que se me quedó metida en las uñas. Y luego me fui a una marisquería y no me lavé las manos ni nada, porque así es como me comporto yo, el ratón Mickey. Este es el tipo de cosas que me gusta hacer y que he hecho siempre. ¿Y ahora qué vas a hacer con todos los juguetes de tus hijos en los que sale mi cara?

Es que esto va a ser un descontrol. Hay que cambiar las leyes cuanto antes. Mi vida va a ser un infierno.

Y, en fin, lo dejo aquí, que he quedado con unos drogadictos para drogarme y quizá prender fuego a unos mendigos para luego hacerle el amor a su cadáver humeante o, como yo lo llamo, un típico martes por la tarde de mi vida, la vida del ratón de Disney que aparece en el cortometraje de animación conocido como “El botero Willie” estrenado en 1921.