Después de cinco minutos llamando al timbre, una pareja de mormones ha metido a Dios en el buzón al deducir que no había nadie en casa. Cada joven ha cogido a Dios por una punta y, poco a poco, como si fuera la sábana de una cama, lo han ido doblando hasta que han podido meterlo por la ranura. Aunque han tenido algunos problemas con la barba, finalmente han podido encajarlo entero.
Después, la pareja de mormones ha ido a casa de otro vecino, pero al no ir con Dios no han podido convencer al vecino en cuestión para que abrazara la religión mormona. En ese momento, los dos mormones han empezado a discutir por haber metido a Dios en aquel buzón y se han acabado enfadando. De hecho, uno de ellos ha abandonado la fe y ha empezado a estudiar unas oposiciones para ser cartero.
Cuando los propietarios del buzón relleno de Dios han llegado a su casa unas horas después, han abierto el buzón y han hallado al Todopoderoso en una posición muy incómoda. El Señor había tenido que hacerse hueco entre flyers de pisos en alquiler y el catálogo de Ikea, lo que le permitió comprender por qué recibe tantos rezos de españoles suplicándole una vivienda digna. “Los precios están por las nubes”, ha reconocido. Los propietarios de la casa, convencidos ateos, han dejado a Dios en el mueble de la cocina, junto a otras cartas con propaganda.
Lo sucedido con esta pareja de mormones es solo una muestra más de los problemas que muchos misioneros monoteístas afrontan en el día a día. Los misioneros de religiones politeístas lo tienen mucho más fácil, ya que pueden ir dejando a sus dioses entre los limpiaparabrisas de los coches de la calle sin preocuparse.
