En un mensaje inquietante en el que se negaba a adelantar información, Leopoldo Pla Sempere emplazó a su familia a través de Whatsapp a reunirse en su casa el pasado martes por la tarde «para una cosa que os tengo que decir en persona». Ninguna de las hipótesis barajadas por sus parientes dio en el blanco: «Se sentó en el butacón y, muy serio, nos confesó que había llorado en 2003», explica su madre.
Pla argumentó que «hoy en día ya no hay tantos tabúes», motivo por el cual había reunido fuerzas suficientes para «salir del armario emocionalmente» y compartir con sus allegados «mi incapacidad para contener las lágrimas el 13 de febrero de aquel fatídico 2003 en el que me rompí». Explicó que nadie se había dado cuenta de lo ocurrido «porque, cuando asumí que aquello iba a escapar de mi control, corrí al baño». Fue en el excusado donde tuvo lugar «el estallido de emociones» que se concretó en «dos o tres lágrimas, cinco o seis a lo sumo».
Ante la estupefacción de la familia, que esperaba recibir noticias de mayor calado, Leopoldo empezó a arrepentirse de haber hecho el anuncio. «Me gustaría que me vierais como el de siempre, porque soy el de siempre. Ha pasado mucho tiempo, pido que no me juzguéis», suplicó el hombre.
Aunque sus parientes aseguraron que el incidente es «completamente normal y hasta sano», Leopoldo detectó en sus rostros compasión y cierta condescendencia. «Esto ha sido un error. Esta moda de contarlo todo… ya veis lo que pasa», sentenció arrepentido.
«Yo también lloré, papá. En 2022, hace nada», reveló el hijo mayor de Leopoldo. «No hace falta que mientas para consolarme. Soy un hombre fuerte, ¿me entiendes?», replicó Leopoldo justo antes de excusarse para ir al baño. «¡Y no estoy llorando! ¡Estoy cagando y lo puedo demostrar!», se le oyó gritar desde el lavabo.