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«¿Te acordarás de todo sin apuntarlo?», le pregunta a un camarero después de pedirle una Coca-Cola

"OYE, TE ACUERDAS, ¿NO? NO SE ACUERDA...", HA AGREGADO POCO DESPUÉS

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Incredulidad y furia. Esto es lo que ha sentido esta mañana Alberto Almenara, camarero del bar Sintron de Sevilla, cuando un cliente le ha preguntado si se iba a acordar de todo sin apuntarlo después de haberle pedido una simple Coca-Cola. «¿Seguro?», ha agregado luego ante la mirada atónita del camarero.

Admite Almenara que la pregunta del cliente, «formulada totalmente en serio», le ha cogido por sorpresa y con la guardia baja: «Me he quedado con cara de bobo, sin decir nada, y luego me he ido», explica. Minutos después, detrás de la barra, la rabia le ha poseído. «He ido dándome cuenta de que el tipo me había llamado subnormal a la cara, y entonces el cuerpo me ha pedido darle una hostia, pero seguro que era lo que quería, provocarme», dice.

Con la Coca-Cola en la mano, que temblaba de impotencia, Almenara no ha sido capaz de dirigirse a la mesa para servir al cliente impertinente. «Oye, te acuerdas, ¿no? No se acuerda…», ha exclamado el comensal haciéndole gestos al camarero, que ha hecho como que no lo veía. «Encima recreándose, con saña», declara el trabajador aún indignado.

Incapaz de responder a la provocación, pero también de servir la comanda y humillarse, Almenara ha sentido que debía abandonar el bar, de modo que, sin decirle nada a nadie, se ha escabullido y se ha ido a casa. «Ni siquiera he sido capaz de decirle a mi mujer lo que había pasado. Me he tumbado en la cama, esperando que se me pasara, pero es que no se me pasa», comenta apesadumbrado. Al cabo de tres horas, se ha acercado a la zona en la que se encuentra el bar y ha comprobado desde fuera, agazapado detrás de un coche, que el cliente hablaba de pie con el dueño del establecimiento, probablemente dejando a Almenara en mal lugar. De hecho, ha intentado leerle los labios y le ha parecido que decía «no se acordó».

Al cierre de la edición, el camarero se ha dirigido al aeropuerto de Sevilla cargado con dos maletas y dispuesto a empezar una nueva vida «en un sitio en el que la gente no sea tan gilipollas». Al pedir un zumo de naranja en la cafetería del aeropuerto, la camarera le ha dicho «un segundo, que me lo apunto porque si no luego se me olvida».

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