Rubén López Martínez, redactor de El País, recibió hace tres semanas el encargo de preparar un artículo para la sección de ocio y estilo de vida sobre los métodos que recomiendan los expertos para gestionar bien el tiempo en una sociedad acelerada. «Tenía tiempo más que suficiente, pero no entregó nada el día acordado. Dice que se le juntó todo», comenta el jefe de redacción.
«Pasa siempre: al principio parece que no tendrás ningún problema para cumplir el plazo, pero de repente tienes un problema con el coche, te recuerdan que tenías una boda justo el fin de semana que pensabas dedicar a pulir el texto, y así continuamente. Tampoco creas que los expertos en gestión del tiempo lo pusieron fácil: fue casi imposible cuadrar agendas y luego tampoco se explayaban mucho, o te entretenían una hora repitiendo lo mismo de distintas maneras. El tiempo pasa volando y ese es un poco mi aprendizaje», razona el periodista.
Cuenta López que, mientras escribía la parte del artículo sobre la necesidad de establecer límites entre el tiempo dedicado al trabajo y a la vida personal, su hijo no dejaba de interrumpir pidiéndole que jugara con él. «Era imposible concentrarse, tardé una hora en acabar esa parte, que en condiciones normales me habría quitado de encima en veinte minutos», lamenta.
Como los días pasaban y el texto no llegaba, el jefe de Rubén decidió encargarle a una compañera que lo terminara. Esta periodista tuvo que dejar a medias otro artículo titulado «Cómo evitar distracciones y acabar con éxito lo que se empieza».