El turismo rural es una opción estupenda para desconectar del ajetreo diario y recuperar el contacto con la naturaleza y el estilo de vida de antaño. Pese a ello, las casas rurales tienen un pequeño inconveniente: están en zonas rurales. Para disfrutarlas, pues, hay que reservar unos días fuera de la ciudad, preparar el equipaje, conducir y, en muchos casos, sufrir por la escasa cobertura en plena montaña. Este es el motivo por el que cada vez más españoles intentan buscar lo rural en lo urbano. Si aprendes a observar mejor tu alrededor, comprobarás que la Edad Media está mucho más cerca de lo que crees.
Descampado de Las Jeringas, en Ríos Rosas.
Es lo que se conoce como un «paraíso efímero». Efímero porque el solar pronto estará en construcción, pues se planea el levantamiento de un edificio con viviendas de lujo que adquirirá un fondo buitre. Sin embargo, este verano aún se puede disfrutar de un espacio sin asfalto ni baldosas, solo tierra seca, piedras y algún arbusto salvaje. En el extremo izquierdo hay una pequeña hondonada con sombra ideal para pasar la noche al raso, pero alguien improvisó además una techumbre con cartones bajo la cual se han dispuesto algunos muebles viejos y un par de sillas de mimbre. Por diez euros al día, Carlos «El Picatoste» se encargará de tu seguridad y de la de toda tu familia.
Los vecinos con gallinas en la Calle del Ventorrillo, en Lavapiés.
Un hogar sin comodidades y sin papeles en el que rememorar la vida de las familias españolas sin posibles de los años cincuenta. En el estrecho pasillo, hay que esquivar una arrocera siempre encendida que imprime al lugar un aroma inconfundible. Lo de las gallinas sueltas es un exotismo que no todos entienden, pero que te hará sentir como en un pueblo sin renunciar a una parada de metro a cinco minutos a pie. Los gritos y las peleas son dignas de una película de Fellini. Un viaje inolvidable a otros lugares y otros tiempos.
El pipicán de Arganzuela.
Uno de los atractivos del turismo rural es el contacto con los animales. En este mítico parque de perros esto está asegurado. El viejo plátano del centro da sombra a tres bancos en los que se puede descansar e incluso dormir, especialmente desde el pasado mes de mayo, cuando «El Ruso del Acordeón» murió de cirrosis y la disponibilidad pasó a ser completa. Una pequeña caseta para los enseres de los jardineros municipales tiene la puerta forzada, de modo que es posible dormir en ella si sois una pareja bien avenida y no os molesta el contacto piel con piel.
Sección de jardinería del Leroy Merlin.
Tantos años pasando por delante y nunca te habías planteado que ese área de jardinería podía ser un fin en sí mismo y no un medio para adecentar jardines ajenos. Las piscinas desmontables del muestrario y la zona de tierras de abono y muebles de exterior tienen todo el aspecto de un pueblecito de interior en plena meseta castellana. Y, encima, con aire acondicionado y cobertura asegurada.
Tu propia casa, que antes era todo campo y, si te empeñas, puede volver a serlo.
Seguro que tu vivienda, antes de existir como tal, no era más que un terreno baldío en mitad de la nada. No hay más que apartar las capas de civilización que se han ido acumulando para que emerja de nuevo la naturaleza, ahora sepultada bajo el ardiente hormigón. Pico y pala, que te van a despejar, y no pares hasta tocar la tierra mesetaria con tus propias manos.
Conviértete tú en rural.
A veces, lo rural no es más que una actitud: ¿Qué te impide orinarte en las manos pa’ que no te se agrieten, cagar en un orinal y luego vaciarlo gritando «¡Agua va!» y adoptar cinco o seis ovejas? ¿La normativa? Ahora está todo el mundo de vacaciones, nadie se va a quejar. Si aprendes a ver el mundo con ojos rurales, la naturaleza crecerá dentro de ti.
