Este verano se ha hablado mucho de Tailandia, aunque no directamente sobre asuntos de vivienda. En cualquier caso, la ocasión es propicia para hablar de la última tendencia en decoración en esta región del Sudeste asiático: el desmembramiento de viviendas.
Mientras que en España muchas familias hacen grandes esfuerzos económicos para comprar o alquilar segundas residencias, en Tailandia, muchos propietarios, especialmente extranjeros residentes en la zona, esparcen su casa por todo el territorio. Sierran las paredes y diseminan las habitaciones, el salón o la cocina en distintos enclaves escondidos para no ser esclavos de una sola localización. La misma casa es al mismo tiempo un apartamento en el centro de Bangkok y una cabañita de ensueño en una playa tropical.
Aunque la normativa tailandesa impone severos castigos a los propietarios que emprenden este tipo de reformas, es difícil que te cacen si actúas con discreción. Al serrar las paredes, conviene quemar los restos de la obra para no dejar pruebas, y trasladar los ladrillos y el resto de materiales en el maletero del coche, con total disimulo. «Si te pillan, toca mudarse a una celda tailandesa y no es recomendable», comentan los lugareños.
En España, trocear casas y personas es también una práctica perseguida por las autoridades. Aquí, las construcciones son más robustas y, para cortar pisos en trocitos y repartirlos, se requiere la maña de un rey del cachopo. «No es imposible, pero es mejor contar con ayuda», señalan los expertos en la materia. Incluso siendo difícil, para muchos es la única salida cuando no se dispone de dinero ni de espacio para ampliar la vivienda.
Por difícil que sea, el panorama actual de la vivienda empuja cada vez más a perpetrar desmembramientos por pura desesperación, hasta el punto de que los medios de comunicación lo venden como una práctica estrambótica pero simpática.
