Nico Campos, un vegano de 34 años, lleva días negándose a comer para no matar al gusanillo. Este vecino de Barcelona expresa un vínculo emocional muy intenso con los animales de toda condición y lo último que querría es dañarlos. «Me muero de hambre, pero no tengo ningún derecho a matar al gusanillo, que como su nombre indica no es más que un cachorro de gusano», comenta a los periodistas.
Desde que notó que tenía el gusanillo, Campos se ha comprometido a cuidarlo y a mantenerlo con vida el mayor tiempo posible. «Yo no soy dueño de ese gusanillo, él es libre para hacer lo que quiera y, si quiere vivir en mi estómago, yo no soy quién para impedírselo», razona.
Para poder ingerir alimentos sin causar daños al gusanillo, este vegano está dispuesto a someterse a una operación quirúrgica. «Si me lo extirpo podré volver a comer con normalidad», declara. El problema al que se enfrenta ahora este hombre es que los médicos no encuentran al gusanillo en ninguna de las pruebas que le han hecho. «Tiene que estar ahí dentro, ¿no ven cómo me cruje el estómago?», pregunta.
Nico Campos no es el único miembro de su familia que dejó de comer para no matar al gusanillo. Hace años, su padre falleció por inanición por el mismo motivo. «Tenía muchos gusanillos, lo comprobamos a los pocos días de su muerte», relata en referencia a los gusanos que aparecieron en el cadáver de su padre. «Es lo que él quería, verlos felices y correteando», dice.
