«Ve… ven.. abono… Pi… Prima…». Apenas distinguibles sus palabras susurradas entre balbuceos y gemidos, Álvaro Sánchez Calle, un hombre de mediana edad quemado por el sol y arrastrándose por una cuneta en Arganda del Rey, ofrecía esta mañana su abono del festival Primavera Sound Madrid, al que intentó acudir a bordo de una lanzadera que salió del Cívitas Metropolitano hace días y de la cual pudo saltar antes de que sus pasajeros, fuera de sí tras horas de espera, empezaran a comerse los unos a los otros para sobrevivir.
Según parece, este melómano fan de Blur no perdió la esperanza de llegar a las instalaciones del festival hasta hace pocas horas, cuando ha asumido que la desnutrición y la deshidratación, normales en este tipo de eventos, habían alcanzado cotas incompatibles con el disfrute de los conciertos.
Mientras bebía de un arroyo, escupiendo el barro que tragaba sin querer en su empeño por mantenerse vivo, Sánchez Calle mantenía el brazo en alto agarrando con la mano el abono del festival con el fin de que el papel no se mojara. Al hacerlo, ha llamado la atención de un perro callejero, que ha engullido el abono en cuestión y media falange de su dedo índice.
«Na… nada, a ver si… a ver si el… el año que… el año que viene», ha murmurado el hombre segundos antes de perder la consciencia.