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Un alpinista logra sobrevivir un año perdido en el bosque a base de pedidos de Glovo

EL MENSAJE 'TU REPARTIDOR ESTÁ EN CAMINO' LE AYUDABA A MANTENER VIVO EL RECUERDO DE SU VIDA ANTERIOR

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Casi un año y medio después de denunciarse su desaparición, el alpinista Diego Manrique ha irrumpido este jueves en un bar de Caños de la Lozanía, localidad situada en la falda de la montaña de San Gabriel, con un aspecto irreconocible: barba hasta los pies, semidesnudo y con sobrepeso. El montañero ha logrado al fin encontrar el camino de vuelta a la civilización meses después de que las autoridades lo dieran por muerto y suspendieran su búsqueda, para la que se emplearon sin éxito varios helicópteros y drones.

«Mi experiencia como autónomo me ha permitido sobrevivir a base de pedidos de Glovo, orientándome con la observación de las estrellas para localizar zonas con un poco de Wifi», explica Manrique, que ya había asumido que moriría en el bosque. «El mensaje tu repartidor está en camino me ayudaba a mantener vivo el recuerdo de mi vida anterior», dice.

El alpinista reconoce que alimentarse con pedidos de Glovo, principalmente hamburguesas y comida china, lo convertía en una presa apetitosa para todo tipo de depredadores. «La primera semana engordé dos kilos, pero la cosa fue a más. Procuraba hacer ejercicio, pero tampoco quería moverme mucho para no despistar a los equipos de rescate. Intentaba no dormir muchas horas por si me atacaban los lobos, me quedaba despierto jugando a la Switch y rezando para que pasara un helicóptero y me viera», relata.

El instinto de supervivencia de Manrique explica que haya aguantado vivo tanto tiempo. «Pedía siempre a los mismos restaurantes porque así era más probable que me tocara el mismo repartidor. Y entonces le pedía que me cargara el móvil y la consola y me los devolviera con el próximo reparto. La verdad es que, sin la colaboración de Wilson, lo habría tenido muy difícil», confiesa. «Buenas propinas le dejaba, eso sí», matiza. Recuerda la ansiedad de los días en los que la mercancía llegaba fría y no había más remedio que hacer una hoguera para calentarla.

Ahora, el montañero tendrá que recuperar los hábitos perdidos. «Empezaré poco a poco, con sopas de sobre y congelados. Los médicos dicen que, en unos seis meses, ya estaré ingiriendo comida sana hecha en casa. Yo prefiero no meterme mucha presión. Poco a poco: la experiencia ha sido muy dura y sigo traumatizado», declara desde el Hospital de Caños de la Lozanía, donde seguirá ingresado hasta que bajen sus niveles de colesterol.

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