«Mira, no sabía cuál era y al final me los llevé todos». Así justificaba Gemma Cánovas la presencia de 32 niños en el salón de su casa ayer por la tarde. La mujer fue a recoger a su hijo al colegio y, como no lo reconocía «entre tanto crío igual», decidió curarse en salud. Su pareja fue la que identificó al pequeño, y también la que preparó merienda para toda la clase.
Cánovas señala que «hace poco tiempo que lo tenemos, cinco o seis años», hecho que explica, según ella, la dificultad para quedarse con su cara. «Se mueven mucho y saludan todos a la vez, no sabes si te están mirando a ti o a otros padres. Es peor regresar a casa con el niño que no es. Vamos, digo yo», argumenta.
La mujer reconoce que, hace meses, su esposa se fue de viaje de negocios y tuvo que encargarse del niño ella sola durante un día entero. «Resulta que me llevé a casa a un compañero suyo al que estuve haciendo los deberes de matemáticas, y el crío callado, claro, mientras mi hijo estaba no sé dónde», explica.
El colegio ha criticado duramente que Cánovas echara de su casa a los otros 31 niños una vez identificó al suyo. «Tardamos horas en localizarlos a todos, estaban desperdigados por el barrio», denuncia la directora del centro. En todo este tiempo, nadie los reclamó.