Habiendo acumulado en su experiencia profesional más de 26 conflictos armados, el reportero de guerra Gilberto Blasca, de 62 años, ha empezado a sospechar que el problema es él. El periodista ha estado en Somalia, El Salvador, Ucrania y decenas de países más, y siempre se ha visto rodeado de problemas. “Vaya a donde vaya, la gente se está matando”, lamenta. “Al principio pensaba que era cosa de la raza humana, pero claramente el problema soy yo”, concluye ahora.
“Al final mi madre tenía razón: doy mucha guerra”, admite ahora este periodista, incapaz de negar que a su alrededor siempre hay conflicto y que es mucha casualidad. “Creo que me mandan a los sitios porque les interesa un conflicto a nivel geopolítico”, sospecha el reportero, que lamenta no haber disfrutado en su vida de una zona de confort. “A mí me gustaría ser reportero de paz, pero siempre que voy a un sitio se acaba liando”, insiste.
“Soy una persona tóxica, no os acerquéis a mí”, pide abatido. En los últimos cuarenta años, Blasca ha sido testigo de innumerables conflictos armados, y con el tiempo ha asumido que el causante de todos ellos ha sido él y pide perdón por ello. “Voy a los sitios con mis preguntitas, acabo generando tensión entre un bando y otro y al final siempre acaban a la gresca”, insiste.
A Blasca le encantaría dejar su trabajo y empezar una nueva vida, pero le da miedo ir a la cola del paro y provocar allí unas protestas que se acaben extendiendo por todo el país, desatando una nueva guerra civil.