Este lunes, la familia de Pringatus Malfoy ha comunicado el fallecimiento a los 97 años de este actor burgalés, poco conocido por su nombre pero al mismo tiempo muy presente en las vidas de millones de personas. «Cualquiera que se haya sentado encima de un cojín de pedos estará familiarizado con sus características pedorretas, que se convirtieron en un estándar para toda la industria», reza el comunicado de sus allegados.
«Pedorrearse será a partir de ahora un poco menos divertido, al mal olor habrá que sumarle cierta melancolía», admite en una breve nota la Asociación de Fabricantes de Cojines de Pedos, que eligió a Malfoy en un casting en el que participaron miles de actores «y que se demoró cinco años porque había que hacer largas pausas para ventilar entre prueba y prueba».
Malfoy era, según sus compañeros actores, un «virtuoso» que se comprometía con su trabajo hasta el punto de seguir una dieta estricta y sacrificar prometedoras relaciones afectivas. «Estaba casado con el trabajo», certifica su entorno.
«Se fue lentamente, emitiendo un quejido leve y aflautado, para luego dejar un apestoso cadáver», precisan sus familiares, que se consuelan porque «murió haciendo lo que más le gustaba».
Los restos del actor han provocado una hilarante deflagración en el momento en el que han sido incinerados, ofreciendo la mejor traca final para una carrera brillante.
Este mediodía, los seguidores del finado le han dedicado un minuto de pedorreo en señal de respeto. «Su sonido y su aroma nos seguirán a todas partes aunque él ya no esté», reza el obituario. «Descansa en paz en el Cielo, entre cojines de broma», concluye.
