Después de más de 30 años de experiencia profesional, el equipo liderado por el doctor Soler, especialista en psicología conyugal, ha concluido que la mejor respuesta a la pregunta «¿Me quieres?» es un escueto «sí». Habiendo tratado a miles de parejas, este experto considera que cualquier otra opción tiene riesgos que pueden resultar fatales. «Entre todas las alternativas, sin duda la más desaconsejable es ‘No'», razona.
«No hace falta que sea un sí nacido de una profunda convicción, puede ser un sí pragmático, pero incluso en estos casos debe expresarse con firmeza y convencimiento. Hay síes que pueden interpretarse como sarcásticos, o incluso condicionales, y no convienen», aclara el doctor Soler, que recomienda siempre rapidez para evitar réplicas como «te lo has tenido que pensar».
La ventaja del «sí» es que puede convertirse en una respuesta automatizada con relativa facilidad. «No hay que pensarlo mucho, es casi un gemido», dice el doctor. Sin embargo, la afirmación breve no es la panacea: «Puede que la pareja nos pida desarrollar el concepto, porque no busca marcar una casilla y pasar a otra cosa, lo que quiere es ponernos a prueba, descubrir puntos flacos». Incluso en estos casos, el sí permite «ganar tiempo», y se puede complementar con la expresión «sí, sin ninguna duda».
«¿Seguro?» es la pregunta que suele venir luego, y que por suerte puede combatirse con otro «sí», o con un «sí, seguro».
El doctor Soler no niega que esta estrategia discursiva basada en la simplicidad puede desmontarse con frases como «te noto muy frío/fría» o «menudo entusiasmo», con las que la pareja recrimina, precisamente, que intentemos salir del paso con rapidez, «como si estuviéramos haciendo trampa». Soler insiste en que rendirse en estos casos es un grave error, pues debemos mantenernos fieles a la línea principal de defensa. «Cuando el sí es sincero, sobra la palabrería, ¿no crees?» es la respuesta que ha demostrado una mayor efectividad en estas encerronas, pues aboca a la pareja a responder con otro «sí», alcanzándose así un empate técnico que restaura el equilibrio que se quería romper.