La temporada de la mandarina va desde comienzos de otoño hasta marzo. La regla de oro para dar con una mandarina jugosa es poner en marcha el tacto, el olfato y la vista, pero comérsela no es nada fácil. Así debes hacerlo:
- Mmm, qué hambre… me comeré una mandarina, el snack saludable.
- ¡Qué fáciles de pelar que son! Voy a hincar la uña aquí, a ver si así…
- Oh, no se abre la puta piel de las mandarinas.
- ¡Ugh, me ha salpicado en el ojo! ¡Ahora estoy ciego!
- Ya sé, cogeré un cuchillo para pelarla, al final.
- ¡Mierda, me he cortado! Claro, coño, si es que no veo.
- Uf, ahora a quitarle los trocitos estos blancos que saben a ano.
- Al fin, un gajito de mandarina… ¡Ñam! ¡A la boca!
- Uf, puaj, mierda, tiene hueso. ¡Este gajo me ha traicionado!
- Voy a comerme otro gajo. Vale, este está bien.
- Ahora huele toda la oficina a mandarina.
- Por supuesto, Marisa, de Contabilidad, se está quejando de que huele toda la oficina a mandarina. Anda y que la zurzan. Bien que ella se calienta sus fiambreras de calamares en el microondas y nadie le dice que apesta toda la oficina a chocho de merluza.
- Vale, voy a comerme el resto de gajos de mandarina.
- Ñam, qué rica. Oh, sí. Qué saludable. Uf, mierda, me ha vuelto a salpicar juguito en el otro ojo. Ahora sí que estoy ciego de verdad.
- ¡Oh, maldición, el último gajo de la mandarina sabía a culo!
- ¿Qué hago ahora? ¿Cómo me quito este sabor a jarabe infantil de la boca?
Último paso: abrir una bolsa de riskettos sabor queso.