Esta mañana ha fallecido, en uno de sus cinco domicilios particulares, el último español que vivía por encima de sus posibilidades. Indalecio Comesaña murió en un aparatoso accidente de helicóptero cuando intentaba aterrizar en el helipuerto de su mansión de La Moraleja. Lo acompañaban sus tres mayordomos, el piloto del helicóptero, el copiloto del helicóptero y también el suplente del piloto.
Indalecio llevaba toda su vida trabajando de reponedor en un supermercado, pero eso no le ha impedido visitar más de cien países, comer en los mejores restaurantes del mundo y tener su propio yate. Este ejemplar es el último de una estirpe de españoles que ha ido desapareciendo en los últimos años. “Con la muerte de Indalecio, perdemos a un tipo de español muy característico de la Península Ibérica”, reconocen los expertos.
Antes de su fallecimiento, Indalecio dejó por escrito cómo le gustaría que fuese su funeral. “Quiere que lo enterremos en la Catedral de la Almudena y que un féretro bañado en oro descienda en paracaídas hasta caer en el interior del nicho”, explican sus familiares. El coche fúnebre que dejó encargado era un Porsche Cayenne y los canapés para el sepelio se los ha encargado a Ferràn Adriá.
Con la muerte del último español que vivía por encima de sus posibilidades, ahora en España ya solo quedan personas que viven dentro de sus posibilidades, así que es completamente imposible que se viva una nueva crisis económica.