Aunque acudió a la cita con la intención de conseguir un puesto de ejecutiva de cuentas, y respondiendo a una oferta laboral publicada en internet, Marina Rojas empezó ayer a sospechar a media entrevista que la persona con la que estaba hablando no era un responsable de Recursos Humanos de una agencia de publicidad sino un psicólogo. «Puede que me haya equivocado de puerta y me haya metido en la consulta de un terapeuta, el edificio tiene muchas plantas y muchos despachos», se dijo la mujer cuando el hombre sacó el tema de los hijos y la situación sentimental.
«¿Dirías que tu tardanza en ser madre se debe a un posible miedo a asumir responsabilidades?», le dijo el entrevistador, lo que a Rojas le pareció una pregunta típica de un psicólogo y que nada tenía que ver con un proceso de selección de personal. «Me iba fijando en las paredes para ver si había en ellas algún diploma de psicología, pero nada», explica la mujer, que no vio la ocasión de interrumpir al entrevistador para aclararle que quizá había habido una confusión.
Aparte de los hijos, el entrevistador quiso saber si la aspirante tenía algún familiar a su cargo, una vivienda propia, intención de viajar al extranjero y otros asuntos que hicieron creer a la mujer que el hombre estaba tratando de dibujar un perfil de su personalidad y de su situación para poder tratarla.
«Ya te llamaremos», concluyó el hombre al término de la entrevista, despejando al fin todas las dudas de la aspirante. «Por un lado me ofendió que hubiera preguntado cosas tan íntimas en una entrevista de trabajo pero, por otro, me sentí muy aliviada al saber que no me iba a cobrar la consulta, porque estoy sin trabajo y no tengo un duro», confiesa Marina.