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Una pareja se plantea si su estabilidad económica y el apoyo familiar le permiten tener una segunda bombilla

"LA IDEA ERA IR A POR LA PAREJITA, PERO CUESTAN TANTO DE MANTENER QUE TE LO PIENSAS DOS VECES", RECONOCEN

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«La idea era ir a por la parejita, pero claro, cuestan tanto de mantener que te lo piensas dos veces». Con estas palabras expresaba esta mañana José Antonio Vinagre sus reservas a la hora de dar el paso y ampliar la familia con una segunda bombilla «que traería más luz a este hogar». Tanto él como su esposa Remedios sospechan que, incluso con el apoyo económico de sus familiares, la llegada de una segunda bombilla sería insostenible. 

Como ellos, son miles los españoles que prefieren esperar a dar el paso. El número de bombillas por habitante se ha desplomado mientras se dispara el precio de la energía. «Es muy difícil para una pareja sin colchón económico brillar con luz propia», confirma Clara Ramis, portavoz del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).

La presencia en las calles de bombillas abandonadas es la evidencia palpable de que la situación se ha ido agravando en los últimos meses. «Aparte de la bombilla tenemos un par de velas que nos dan la vida y no las cambiamos por nada, pero claro, no es lo mismo y no duran tanto», razona Vinagre. «A veces me digo que deberíamos tener esa segunda bombilla y que ya encontraríamos la manera de salir adelante, pero luego estas decisiones pasan factura», agrega su mujer. «Nuestra bombilla está bien y no nos separamos de ella, pero es verdad que otra más aportaría un poco de alegría», admite.

Cogidos del brazo y con expresión melancólica, José Antonio y Remedios observan la luz que proyecta la ventana de los vecinos y suspiran esperando que la situación mejore. «Yo no sé cómo lo hace la gente. Oigo el tictac del reloj y me angustia pensar que se acerca el momento de bajar la persiana», sentencia Remedios. «La vida es un suspiro y, luego, fundido a negro y se acabó», apunta amargamente su pareja.

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