Tras anunciar ayer una reducción del 10% de los trenes en circulación, Metro de Madrid ha admitido esta mañana que el objetivo es irritar a los pasajeros hasta un punto en el que sea posible transformar toda esa rabia contenida, toda esa frustración, en energía. «Creemos que 200 pasajeros esperando media hora en un andén pueden mover un convoy durante un trayecto de media hora», decía Isabel Díaz Ayuso esta semana en una entrevista radiofónica.
Según los datos facilitados por la Consejería de Transportes, la factura eléctrica del suburbano ha pasado de 120.000 euros al día en 2021 a 830.000, por lo que ahora, al reducir las frecuencias y cabrear más al usuario, se espera que el precio se revierta e incluso, dado el caso, el saldo sea positivo y permita exportar energía a otros servicios. En una entrevista en EL MUNDO hace un mes, la presidenta regional aseguró que a corto plazo no está planeado incrementar las tarifas para el usuario, congeladas desde hace ocho años, aunque no se descarta hacerlo si eso puede incrementar el cabreo de los madrileños y, por lo tanto, ayudar a generar más energía.
«La ira de los usuarios es una energía muy pura, de primera calidad, los trenes van a ir rapidísimos», indican desde la Consejería de Transportes.
“Cuanto más cabreados estén, más rápido se moverá el metro, por lo tanto, cuanto peor sea el servicio, mejor será el servicio, de ahí que el servicio sea tan malo”, argumentan desde la Comunidad de Madrid.