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El Gobierno no es claro con el uso de la mascarilla en la oficina y miles de trabajadores no saben si tienen que seguir llevándola o bien dejar el trabajo para siempre y perseguir sus sueños

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El fin de las mascarillas en interiores, tras 699 días de su imposición por la pandemia, va a afectar especialmente al ámbito laboral, pero el Gobierno ha delegado en la responsabilidad individual del trabajador la decisión de acudir al trabajo con la mascarilla o bien desaparecer para siempre y perseguir sus sueños. Las compañías están optando por diferentes políticas al respecto: algunas mantienen de momento el cubrebocas, otras han dejado a sus empleados que decidan qué hacer, con excepciones, y muchas todavía no se han pronunciado.

El Gobierno ha sido ambiguo y confía en que cada ciudadano evalúe los riesgos y decida si es mejor ir a trabajar con la mascarilla puesta o bien ignorar el despertador y no volver a pisar la oficina nunca más para perseguir sus sueños de ser novelista y terminar, de una vez por todas, el manuscrito de la novela Espiral de otoño que está a medias desde hace diez años y que no se ha terminado por falta de tiempo y ambición.

El Ministerio de Sanidad no se ha pronunciado y la propia ministra afirmó que “no está claro si a nivel de salud es realmente beneficioso ir a trabajar con mascarilla, pero es cierto que hay mucha población de riesgo que lo que realmente necesita es no volver a ver la cara a sus compañeros de trabajo nunca más y volver a soñar con una vida mejor, quizá incluso abandonando a sus familias, si eso es lo que sienten”.

“Estoy contento, sienta muy bien no tener ataduras a ese infierno, pero la sensación ha sido extraña”, explica Álvaro Rodríguez, empleado de 50 años de la consultora KPMG que esta mañana finalmente ha optado por no ir a trabajar y llamar a su jefe para decirle que es un hijo de la gran puta y que, si vuelve a ver su cara, usará la grapadora de la oficina para cerrarle la bocaza esa que tiene. “Es verdad que te sientes un poco desnudo, sobre todo por el sueldo”, afirma mientras fuma un cigarrillo en su casa, en horario laboral, en calzoncillos y escuchando el disco ‘Painkiller’ de Judas Priest. Está valorando abrir una tienda de música, su sueño desde que tenía dieciséis años.

“Va a costar quitarse esa inercia del miedo tras dos años de mascarillas y 25 años de nómina fija, pero siempre hay un poco de riesgo en cualquier decisión que se tome en la vida”, concluye Rodríguez con una sonrisa.

“En cuanto a la salud, y con los datos en la mano, lo aconsejable es levantarse del escritorio, salir por la puerta de la oficina gritando ‘a tomar por culo’ y no volver nunca más”, afirma un experto consultado por El Mundo Today. Considera que, si el Ministerio no es más explícito, es porque confía en que el miedo evite a los ciudadanos tomar la opción saludable y sigan acudiendo a trabajar.

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