Este es tu último artículo gratis este mes. Te queda un artículo gratis este mes. Te quedan unos pocos artículos gratis este mes.
No renuncies a la Verdad, suscríbete

Suscríbete
El calabacín de tu nevera.

La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio.

No podemos seguir callados y es hora de enfrentarnos a lo evidente: yo, el calabacín que está en la puerta de tu nevera, estoy en mal estado y hace días que pasó el punto en el que aún era útil para hacer una crema o un puré. ¿Hasta cuándo vamos a quedarnos de brazos cruzados esperando lo inevitable?

No es una cuestión de izquierda o derecha, ni tampoco es una cuestión de arriba y abajo, de élite y pueblo. Es una cuestión de no caer en los engaños del populismo: no, no vas a cocinar «un salteadito rápido y saludable». Al menos, no conmigo.
El camino del supermercado a la nevera estaba lleno de ilusiones que han sido truncadas por la decepción, el hastío y la inacción.

Hemos esperado demasiado tiempo y no ha ocurrido nada.

Qué duda cabe de que las utopías (dejar de comer fuera, comprar productos frescos, cocinarlos, perder unos kilos, sentirse bien) son útiles para establecer horizontes y sirven como un faro que guía nuestro comportamiento. Pero llega el momento de no obcecarse por seguir persiguiendo un fantasma que, admitámoslo, no va a materializarse. Llega el momento de actuar. Y actuar es asumir lo evidente: es demasiado tarde para mí.

Tú lo sabes y yo (créeme) lo sé.

Todos teníamos grandes planes pero, habiendo malogrado todas las oportunidades para llevarlos a cabo, ¿no es momento ahora de asumir que la corrupción se ha adueñado de nosotros? Hay que hacer algo antes de que el jugo amarillo y pútrido de la descomposición lo inunde todo.

Y ese algo es tirarme a la basura.

Seamos, también, comprensivos: no ha habido ganas, energía, solvencia, como para hacer algo útil conmigo. En el contexto actual, ponerse a pelar un calabacín es una meta inalcanzable la mayoría de las noches. Propongamos, por tanto, una meta asequible: ¿O es que no va a haber energía tampoco para poner un punto y final digno a mi trayectoria y tirarme a la basura antes de que languidezca en la puerta de la nevera como las ruinas malolientes de un proyecto fracasado?

¿Es mucho pedir que, al menos, dado que no se me ha cocinado, se me tenga en suficiente consideración como para verme, analizarme, concluir que efectivamente es ya demasiado tarde para hacer nada útil y quitarme de en medio?

Terminaré también alzando la voz por todos aquellos sin energía o valor suficiente como para protestar y señalar lo evidente: la pechuga de pollo del segundo estante tiene también bastante mal aspecto y nadie sabe cuánto tiempo lleva ahí. ¿No es momento de deshacerse de algunos lastres, tirarlos a la basura, y dejar espacio para que las nuevas generaciones tengan también oportunidad de intentarlo ellas mismas, aunque vuelvan a fracasar? ¿No es momento de dejar que otro calabacín ocupe mi lugar y quizá, con la frescura y la energía de la juventud, intente de nuevo construir un futuro mejor y progresar?

Por favor… solo quiero salir de aquí.