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La madre de un filósofo encuentra en diez minutos el sentido de la vida que su hijo llevaba 20 años buscando

"LO TENÍA DELANTE DE LAS NARICES PERO ES QUE NO SE FIJA", DENUNCIA LA MUJER

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El filósofo Diego Meijide García ha dado carpetazo hoy a una investigación que llevaba en curso más de veinte años. «Desde que me doctoré, mis esfuerzos académicos se han centrado en dotar al existencialismo sartreano de una base argumentativa capaz de apuntalar el sentido de la vida del hombre sin recurrir a la trampa de la divinidad creadora o el demiurgo y sin negar el postulado de que la existencia precede a la esencia», comenta el estudioso. Esta mañana, su madre, harta de verlo «de bajón», le ha preguntado qué cosas le atormentaban. «Me ha dicho que no encontraba el sentido de la vida. Y eso es porque tiene las ideas desordenadas, con todos los conceptos tirados por ahí de cualquier manera y, claro, no ve lo que tiene delante de sus narices», declara la mujer, que ha sido capaz de encontrar lo que su hijo buscaba en menos de diez minutos.

«Es orgulloso y no me cuenta lo que le pasa hasta que insisto. Podríamos haber resuelto esto hace años, pero se calla las cosas», lamenta la mujer. Lo primero que ha hecho ella ha sido «retirar los prejuicios del racionalismo reductivista que no le dejaban ver lo que había detrás. Y, claro, al quitar toda esa mugre acumulada ha salido enseguida el pulso vital inherente a la configuración biológica del hombre en tanto que ser orientado evolutivamente a la persistencia y a la reproducción del patrimonio genético y epigenético», explica. «Siempre le digo lo de ‘como vaya yo y lo encuentre’, pero es que es así. Es un factum», argumenta la madre del filósofo.

Aliviado y al mismo tiempo humillado al sentirse de nuevo «como un niño torpe y dependiente», Meijide ha decidido hacerle caso a su madre esta vez y buscar «un trabajo serio, en el banco, como el de mi padre».

«Que ponga en orden sus ideas, como no me canso de decirle, porque se va haciendo mayor y hay cosas que no pueden ser ni existir ni nada», insiste la madre del pensador.

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