Incapaz de soportar la incomodidad del silencio en el funeral de su tío Alfonso, Myriam Molinero, de Moratalaz, ha preguntado a sus familiares en voz baja si «por lo demás, todo bien».
Molinero reconoce que «me pongo nerviosa y no me puedo callar», y aunque admite que su pregunta para romper el hielo sobraba, añade que ha sido aún peor cuando le ha contado al hijo del fallecido que «le he tenido que decir a mi jefe que se había muerto mi padre porque, si no, el cabrón seguro que no me daba la mañana libre porque estamos de curro hasta la bandera».
«Me he puesto a hablar de mí porque en estas situaciones no sé cómo reaccionar y necesito rebajar la tensión; lo que en realidad me pide el cuerpo es decir ‘Hostia puta, que está el Alfonso aquí metido, en la caja esa, como un polvorón, totalmente pajarito, con lo cachondo que ha sido siempre», confiesa Myriam.
«Qué limpio lo tienen todo», ha señalado la mujer a sus familiares, incapaz «de callarme ni una sola de las obviedades que me venían a la cabeza».
Al salir al exterior del recinto, se ha coronado preguntando «si hay algún plan para comer».