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La llegada del fontanero en una calesa tirada por seis caballos hace temer que cobrará el desplazamiento

IBA ARROJANDO BILLETES A LA GENTE DESDE EL CARROMATO MIENTRAS SE DIRIGÍA AL DOMICILIO DEL CLIENTE

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Un sonido de campanillas, música alegre y el trotar de varios caballos hicieron que los vecinos de La Rondilla, en Valladolid, se asomaran ayer por la mañana al balcón. Entre ellos, Paco Cavas Hernández, que al fijarse bien constató que, montado en una calesa tirada por seis corceles, se acercaba a su portal el fontanero. «Este me cobra el desplazamiento fijo», se dijo apesadumbrado.

«¡Aquí llega el fontanero, señores, el fontanero!», gritaba una modelo en bikini usando un megáfono y saludando de pie a los transeúntes desde lo alto del lujoso carromato. El fontanero, con aire altivo, iba tirando billetes a la gente, que se arremolinaba alrededor de la numerosa comitiva -detrás de la calesa, una banda de músicos seguía al fontanero interpretando simpáticas tonadas y cinco acróbatas hacían malabares para regocijo de los más pequeños-.

La calesa se detuvo frente al número doce y el fontanero, entre gritos de júbilo, se apeó y llamó al interfono. «Ya está aquí el fontanero, caballero, don Jesús Ricota Maluendas, para servirle a usted», exclamó con la boca pegada al aparato. Resignado, Cavas Hernández abrió la puerta. «Qué otra cosa iba a hacer», comenta cabizbajo.

Como era de esperar, el fontanero echó un rápido vistazo al sifón del fregadero y negó con la cabeza. «Este recambio no le tengo», sentenció. Dicho lo cual se fue por donde vino, no sin antes cobrar el desplazamiento. «Mañana, a la misma hora. Ya con el recambio», prometió minutos antes de montarse de nuevo en la calesa y seguir su andadura, arrastrando tras de sí a la jubilosa muchedumbre.

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