Desolada tras una dolorosa ruptura, Fátima Gálvez Ruiz, natural de Málaga, optó ayer por llamar al Teléfono de la Esperanza en busca de un poco de consuelo. Bastó un breve intercambio de saludos para que, tanto ella como la persona que atendía al otro lado de la línea, se reconocieran al instante. «¿Fátima? ¿Eres tú?», preguntó la voluntaria, provocando luego un tenso e incómodo silencio, según fuentes cercanas a los hechos.
«Ella se enrolló con mi ex y fue por ella que la relación terminó y que yo estoy como estoy. Si lo piensas, es precisamente a ella a quien le toca recomponer lo que ha roto», argumenta Fátima, aunque reconoce que «es incómodo y humillante tener que mostrarme tan vulnerable con la novia de mi ex».
Superada la incomodidad inicial, Fátima decidió actuar con normalidad, convencida de que colgar implicaría asumir la derrota. «Pensé: te toca trabajar, reina», confiesa a los medios de comunicación. Su interlocutora no se salió de su papel de voluntaria y llegó a decirle «Tía, es un capullo, pasa de él». Fátima admite que no pudo resistirse y añadió: «Y qué me dices de ella, una destrozahogares», a lo que siguió otro tenso silencio.
Tras consultar el asunto con sus superiores, la voluntaria del Teléfono de la Esperanza decidió dejar a su pareja y pedirle que volviera con Fátima al considerar que «mis relaciones personales no pueden afectar a mi trabajo». Fátima Gálvez considera que acertó con la llamada y en la encuesta telefónica valoró el servicio de la voluntaria «con un cinco sobre diez, que tampoco hay que pasarse».
