Sintiéndose culpable porque él sí ha ronroneado muchas veces, Chispi, un gato natural de Cornellà de Llobregat, ha perdido toda la autoestima porque en diez años de relación no ha conseguido provocar un ronroneo a su dueña ni una sola vez. El felino lo ha probado todo, desde despertarla por la noche hasta frotarse con su lomo por la pierna o arañar las cortinas, pero no ha conseguido nada.
La autoconfianza de este gato está absolutamente mermada: se siente feo, inútil y teme que en cualquier momento su dueña se vaya con un gato mejor. “Hemos empezado a dormir separados”, admite el animal. El gato se ha cansado de que su dueña lo eche de la cama y ha empezado a dormir en el sofá. “No sé si ronronea cuando yo no estoy, pero conmigo delante jamás”, lamenta.
Para evitar estos problemas, los veterinarios recomiendan fingir el ronroneo por el bien del animal, aunque muchos ya confunden los ronquidos de sus dueños con muestras de placer. Este no es el caso de Chispi, a quien la falta de ronroneos de su dueña le ha quitado a él mismo las ganas de ronronear. “No sé qué hago mal, sinceramente”, ha confesado absolutamente desesperado.
La situación es tan extrema que la dueña de Chispi tiene que cerrar todas las ventanas y puertas para que el animal no se escape de este infierno emocional en el que se encuentra. “Amo a mi gato, pero desde hace un tiempo no ronronea y está como triste, no sé qué le pasa, estoy muy preocupada, ojalá pudiera hablar”, se sincera la mujer.
