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Un señor que lleva toda la vida metiéndose el dedo hasta el fondo de la nariz para sacarse los mocos dice ahora que la PCR «le da cosa»

"LO RARO ES QUE QUEDE ALGO ALLÍ POR EXPLORAR", COMENTA SU FAMILIA

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«Uy, no, que me metan un palo tan adentro me da mucha cosa, prefiero confinarme y no ir a ningún sitio». Con estas palabras admitía esta semana Agustín Cagarral Garnacha, de Toledo, su miedo a las pruebas de detección del coronavirus. Cagarral lleva más de 40 años manteniendo el hábito de sacarse mocos de la nariz introduciendo en ella el dedo meñique, cuya uña deja crecer siempre un poco más para acceder con ella a los rincones más profundos de sus fosas nasales.

La familia de este hombre no entiende tantas reticencias y cree que sus conductos nasales «están ya más trillados que los túneles del metro», por lo que «no iba a notar nada, ya le metieran una escoba por ahí».

«No es lo mismo, no es igual porque el palo este te llega hasta el cerebro, por detrás de los ojos, no se puede comparar», argumenta Cagarral sin ser consciente de que él también transita esa zona habitualmente y que no es raro que frote directamente partes de su propio cerebro mientras espera que el semáforo se ponga en verde.

Concede este toledano que «el test anal es aún peor, suerte que aquí no ha llegado», sin mencionar que lleva años disfrutando también de esta parte de su anatomía.

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