“No puede ser que este tío esté yendo a terapia y yo no”, ha pensado durante la sesión de esta tarde Artemio Ardura Valdés, un psicólogo asturiano que se ha dado cuenta de que le va mucho peor que a su paciente. “Es cierto que tiene sus problemas, pero vamos, ya me gustaría a mí estar la mitad de bien que él”, ha reflexionado mientras escuchaba a su cliente contarle problemas mucho más leves que los suyos.
El psicólogo se ha pasado los 50 minutos de la sesión comprobando la hora con impaciencia. “Me tengo que buscar un buen psicólogo en cuanto acabe esto”, se decía a sí mismo mientras el paciente seguía hablándole de sus dudas sobre si aceptar el ascenso que le han ofrecido en el trabajo. “No puedo seguir así, tengo que hacer algo”, lamentaba el profesional para sus adentros mientras su paciente expresaba su miedo a no estar haciendo absolutamente feliz a su mujer y sus hijos.
Al escuchar a su paciente, el psicólogo ha ido tomando apuntes para aprender a conducir su propia vida. “Qué bien gestionada esa emoción”, le ha dicho admirado. “Muy bien hecho eso, ojalá se me hubiera ocurrido a mí”, se ha sincerado al escuchar cómo su cliente solucionó una situación familiar algo complicada. “¿Y qué habrías hecho tú si tu madre quisiera más a tu hermano?”, le ha preguntado después, fingiendo que era parte de la terapia y no puro aprendizaje.
Al terminar la sesión, cuando el paciente le ha pagado 60 euros, el psicólogo se ha sentido incluso peor. “Le va tan bien que hasta puede permitirse pagarme 60 euros por estar aquí ignorándole durante menos de una hora”, ha pensado. “Tengo que buscarme un trabajo mejor”, ha decidido.
