Asumiendo la quiebra, la cervecera Damm ha anunciado el cierre de sus fábricas ante la imposibilidad financiera de adquirir un nuevo embudo tras perder el único que tenía. “August Kuentzmann Damm, el fundador de la marca, llegó a Barcelona con un embudo, unas botellas, un saco de cebada y un montón de sueños… Ahora hemos perdido el embudo y, por lo tanto, no tenemos manera humana de meter la cerveza dentro de las botellas. Tenemos que cerrar”, ha explicado un portavoz de la cervecera.
La empresa, fundada en 1876, produjo en el último ejercicio casi 25 millones de hectolitros, pero paró la producción hace dos semanas, cuando desapareció el embudo. “La base de cualquier fábrica de bebida es el embudo y hace falta un capital financiero muy importante para tener uno. O eso, o tener mucho pulso para poder volcar los tanques a mano y acertar en el agujero de cada botellín”, explican desde Damm.
“Y, si rellenar los botellines es difícil, imaginad las latas… es imposible”, añaden, confirmando el cierre. Desde la compañía piden a la población que, si quiere, se acerque con vasos “de abertura ancha” a la fábrica para apurar el culín de cerveza que queda en los tanques.
El cierre de Damm provocará muchos despidos, pero sus responsables lamentan sobre todo el de Matías Ruipérez, el maestro embudero de la fábrica, y el de Roberto Sonchete, el trabajador que, desde 1972, eructa en cada envase para añadirle gas a la cerveza.