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Emulando la entrevista Jordi Évole a Miguel Bosé, El Mundo Today entrevista a “el Chirlas”, el yonki lunático del barrio, que tiene ideas muy interesantes sobre el coronavirus

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Esteban Sacristán Romay, conocido en el barrio como «el Chirlas», es un hombre drogodependiente que suele estar en la puerta de la redacción de El Mundo Today pidiendo dinero, farfullando incoherencias y soltando peroratas negacionistas sobre el coronavirus a cualquier persona dispuesta a escucharle. Algunas de sus teorías, no solo sobre el virus sino también sobre las vacunas, la política, Bill Gates y la tecnología, son absolutamente descabelladas y propias de un lunático. Por eso mismo, era pertinente darle a «el Chirlas» un altavoz en un medio de alcance nacional como el diario digital que estás leyendo. “Quítate esa máscara, yo no hablo con gente con mascarilla”, apuntó «el Chirlas» cuando este redactor empezó la entrevista. 

Desde que anunciamos que le íbamos a entrevistar, en España nos han dado palos por todos lados. ¿Cuántos años hace que no concede usted una entrevista?

Esta es la primera entrevista que doy. Ese micro que llevas es guapísimo, ¿me lo das? ¿No? Vale. Bueno. Pues lo que digo es que hay voces que no interesan. Hay voces que la ciudadanía prefiere no escuchar. Voces como la mía, que agitan conciencias y no tienen miedo de ir contra la verdad oficial. [Agita los brazos]. Entre comillas lo digo. 

Mover los brazos en aspa no es el gesto de las comillas.

Son unas comillas muy grandes porque quiero dejarlo muy claro. [Vuelve a agitar los brazos].

Sus ideas sobre el Covid-19 son controvertidas. Usted lleva tiempo propagando, ya sea en conversciones de tú a tú o usando cartones de gran tamaño, ideas negacionistas diciendo que el virus no existe.

Porque no existe.

Pero hay evidencias de que existe.

El Covid-19 es la auténtica salud, la felicidad.

Pero si no existe…

Por eso mismo. No da problemas.

Su opinión es muy parecida a la de cierta corriente de opinión conspiranoica. Liderada aquí en España por gente como Miguel Bosé.

Tenemos mucho en común él y yo. Y ojo, que yo también canto. [Se levanta, carraspea y trata de cantar]. ¡¡Eehhhhh!! [Se sienta de nuevo]. Ahora se me ha olvidado la letra y no me viene nada a la cabeza. Me he quedado en blanco. Si luego me viene la inspiración, quizá canto. Es lo típico de que, cuando te piden que hagas algo, no te sale. Y tampoco me sale de los huevos ahora. Como me vuelvas a pedir que cante, te juro que te mato. 

Vale, vale.

Era broma. 

Vale.

O quizá no. Quizá cojo y te reviento la cabeza con este puto cenicero. [Coge un cenicero que hay sobre la mesa] ¡¡Aaahhhh!! [Lo estampa contra un árbol]. Ahora ya no hay cenicero. Nunca se sabe conmigo. Mi problema es que, cuando hablas conmigo, hay dos personas. Soy dos personas en una. Por un lado está «el Chirlas» y por otro lado está el Esteban. «El Chirlas» es un demente. Ahora bien, el Esteban… el Esteban está loco. Cuidado con el Esteban. Créeme si te digo que es mejor que hables con «el Chirlas» porque, como venga el Esteban, te metes en un lío. El Esteban me da miedo hasta a mí. Uy… cuidado con el Esteban. El Esteban… Uy. Solo digo eso. No puedo hablar más.

El que ha cogido el cenicero era Esteban.

No, era «el Chirlas», era yo pero muy enfadado. Esteban no se enfada. Esteban es peor. Es un hijo de puta muy salao y muy peligroso. Pero ya digo que prefiero no hablar de él.

Bien, hablemos de la vacuna…

Yo ese veneno no lo toco. No me la pienso poner. Mi cuerpo es un templo. Un templo profanado y medio en ruinas y que tose muchísimo y al que no le quedan muchos dientes en la puerta, pero un templo al fin y al cabo. 

Es curiosa esa reticencia a vacunarse teniendo en cuenta su drogodependencia.

No es lo mismo. La droga es una cosa artesana y cien por cien fiable. Pero no quiero hablar… ¡¡¡Eehhhhhhh!!! [grita, se va corriendo y vuelve al cabo de unos minutos, más relajado]. Me había parecido ver algo saliéndome de la piel pero al final no había nada. Como iba diciendo: no podemos fiarnos de multinacionales farmacéuticas que, en colaboración con los gobiernos de todo el mundo y otras megacorporaciones, han desarrollado una sustancia en tiempo récord y… ¡¡¡¡¡Eeeeeehhhh!!!!! [grita, se va corriendo y vuelve al cabo de unos minutos].

¿Le había parecido ver algo saliéndole de la piel?

Sí, pero creo que era una falsa alarma. No estoy seguro. [Mira hacia los lados]. Creo que esta vez sí que me ha salido algo pero bueno, no pasa nada. 

¿Está bien?

Me pasa todo el rato. Como iba diciendo, yo he tenido años salvajes en los que descubrí la parte oscura que todos tenemos: drogas, sexo a lo bestia, sustancias… Son años que ya han quedado atrás y que no me han pasado factura, como puedes ver. Una vez estuve peleándome con una rata durante horas, horas. La perseguí por los túneles del metro. Conocí a gente que llevaba tiempo viviendo allí y que habían llegado a ese lugar persiguiendo ratas, como yo. Estuve viviendo con ellos dos meses. Luego me fui porque echaba de menos la luz del sol. Yo soy muy sensitivo, necesito que me dé la luz del sol. Escúchame bien: a mí, si no me da la luz del sol en tres o cuatro horas… Buf, me muero. Por eso estoy…

Siempre en la calle.

Exacto. ¿Pensabas que era porque me gustaba la calle? No, estoy enganchado a esa mierda [señala hacia arriba]. El Gran Ojo. Yo lo llamo así: el Gran Ojo. Con mayúsculas, eh. Lo quiero en mayúsculas. ¡Como no lo pongas en mayúsculas juro que te rajo! 

Volviendo a la pandemia: es negacionista. 

Hay un plan que no se quiere que se sepa y vosotros no os enteráis y… [se calla durante quince minutos]. Creo que es mejor que no diga nada. Pero sí, soy negacionista de unas cosas y afirmatista, afirmaciano, afir… positivista en otras. De las cosas que son que no, soy negacionista. De las cosas que son que sí, soy positivista. 

Entonces, según usted, ¿quién está detrás del invento de la pandemia?

La pandemia esta es un invento de Netflix y de Ibai Llanos. ¿Quién se ha hecho de oro con la pandemia? Ibai Llanos. Creo que él es el que está detrás de todo esto. Ibai Llanos. Y también otros negocios de los que no quiero hablar. Por ejemplo, hay medios de prensa que han lanzado modelos de suscripción justo este año. ¿Es casualidad que hayan creado esa necesidad de información y de repente la cobren? Antes era gratis.

Bueno, pero es que el sector está muy difícil y los ingresos publicitarios han caído muchísimo y…

¿Y me lo tengo que creer porque tú lo digas? Tú y tus amigos, el vicepandemias, el coletas, el sepulturero, el Bill Gates y los chinos habéis inventado este virus para haceros ricos. Lo pienso y… [aprieta los dientes y se queda en silencio mirando a este periodista durante 17 minutos]. Suscriptores… menudos imbéciles. Es una conspiración. 

No hay ningún laboratorio en el mundo que pudiera desarrollar un virus como el coronavirus, y además antes hemos dicho que no existía y…

[Ríe como un loco] Os creíais que os ibais a salir con la vuestra pero no contabais con un pequeño detalle: «el Chirlas». Os pensáis que, porque llevo chándal, no me entero de las cosas. Pues ahora quiero que me hagas una entrevista y que se entere todo el mundo de lo que estoy diciendo.

Justo estamos haciendo una entrevista que aparecerá mañana porque creemos que su voz, aunque contraria al discurso oficial, necesita ser apoyada por los medios para que los lectores decidan por sí mismos. Es nuestra responsabilidad como medio dar voz a todos los locos que conozcamos, por alucinadas que sean sus declaraciones y por peligroso que fuera que, hipotéticamente, su opinión contraria a lo que dice no solo la ciencia, sino también el sentido común, llegara a personas que (bien por estar poco preparadas, bien por dar crédito a todo lo que ven en televisión o bien por adoptar cualquier línea de pensamiento que le resulte cómoda) la adoptaran como propia. Como periodistas, cuando vemos a alguien decir una estupidez, sentimos la obligación, casi instintiva, de ponerle un micrófono delante.

Y la quiero en acceso gratis para todo el mundo. Te juro que, como entre mañana a vuestro diario y vea mi noticia censurada para lectores, os sigo por la calle a todos y os acuchillo. Te lo juro. Y que me muera ahora mismo si estoy mintiendo. Y eso te lo está diciendo el Esteban, no «el Chirlas». ¿Me oyes? ¿Rata? El mundo va a acabar el próximo 12 de diciembre a las 12 del mediodía. Uno dos. Uno dos. Uno dos. Pues así lo dice la profecía. Y tú [señala a este periodista] ni siquiera llegarás a ese día porque antes el señor Esteban [se señala a sí mismo] se comerá tus ojos. 

Muchas gracias, señor Esteban.

Muchas gracias [mueve los brazos profusamente]. 

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