Cinco años después de haber abandonado la empresa Jenkins&Co., a Rubén, que trabajaba en Administración, se le siguen humedeciendo los ojos cada vez que habla de Marisa, de Recursos Humanos. Siempre que se refiere a ella en las reuniones con amigos, lo hace definiéndola como “el gran amor de su vida”, ignorando por completo que ella se refiere a él como “un exrollo del curro”.
Rubén todavía se flagela por haberla perdido porque considera que Marisa y él estaban hechos el uno para el otro y que, en las dos semanas que estuvieron juntos, saltaron chispas, mientras que Marisa asegura que Rubén era un chico majo pero con el que nunca llegó a conectar demasiado. “Nunca había sentido algo así por nadie, desde hace cinco años me siento vacío”, se sincera Rubén ante sus amigos. “Al principio me parecía mono, pero era algo rarito”, ha respondido Marisa a los reporteros desplazados a la sede central de Jenkins&Co.
Rubén piensa cada noche en Marisa antes de dormirse porque considera que vivieron algo mágico e irrepetible pero, por su parte, Marisa incluso duda de si realmente llegaron a salir. “Nos liamos un par de veces, pero estábamos muy borrachos”, declara ella, que ahora tiene una relación estable y dos hijos. “Lo debió de pasar muy mal cuando me fui de la empresa, porque realmente estábamos muy enamorados”, explica Rubén. “¿Ya no está en la empresa? Pensaba que lo habían cambiado de sección”, afirma Marisa.
La prensa ha podido saber que, desde hace cinco años, Rubén es incapaz de involucrarse en una relación porque le parece que ninguna chica está a la altura de Marisa, mientras que fuentes cercanas a Marisa apuntan que, en las dos semanas que estaba liada con Rubén, también se iba viendo con otro chico que le gustaba más.
