“Lo vimos agazapado entre unos matojos, le echamos la mano y lo metimos para dentro”. Con estas palabras describe Germano Casiraghi, uno de los dos cardenales de la Santa Sede, que a primera hora de esta mañana han conseguido encerrar al Diablo en una jaula. “No nos esperábamos que anduviese a sus anchas por los jardines de la Ciudad Santa, pero aquí estaba”, explica.
El Papa Francisco todavía no ha decidido qué van a hacer con esta criatura maligna. “Algunos cardenales se la quieren quedar, pero yo no sé ni qué come este bicho”, se sincera el Sumo Pontífice. De momento han colocado la jaula en un sótano y la han dejado allí para que no moleste. “Huele mucho a azufre y no deja de insultarnos en latín”, relatan los cardenales.
Satanás es muy fiero y lleva toda la mañana dando patadas y cabezazos a la puerta. “Si acercas la mano a la jaula te intenta morder, es realmente desagradable”, relata Casiraghi. A la cúpula de la Iglesia le preocupa que algunos cardenales se encariñen con el Diablo y quieran quedárselo como mascota. “La tentación siempre está presente”, confiesan.
Al cierre de la edición, tras consultarlo con Dios, el Papa ha decidido llevar la jaula a África y soltar allí al Diablo para que esté en libertad. “Dios dice que ese es su hábitat natural, que allí le deja que haga lo que quiera”, ha explicado.