«Bueno, al fin he conseguido entrar. Perdonad la espera». Así se disculpaba esta mañana Alonso Gutiérrez al incorporarse a una videoconferencia en la que ya no quedaba nadie porque la empresa en la que trabajaba, Roikon Sistemas, tuvo que cerrar mientras él se peleaba con la conexión a internet.
«Parece que soy el primero. Es que esto del Zoom, dependiendo de la conexión que tengas o del ordenador, lleva su tiempo, yo me he tenido que instalar el programa de cero», comentaba Gutiérrez, ajeno al cierre de la compañía y esperando a que se incorporara todo el mundo. «Voy haciéndome el café mientras tanto», añadía este empleado, hablándole a una pantalla en negro.
Gutiérrez ha recibido un correo electrónico de la empresa comunicando el cierre pero aún no lo ha leído porque ha estado pendiente de la conexión a la videoconferencia. Mientras él intentaba incorporarse a la reunión, su jefe informaba en ella al resto de sus compañeros de la dura decisión que había tenido que tomar.
«He aprovechado este verano para acabar de pulir una serie de propuestas para el nuevo curso, a ver si me da tiempo a exponerlo todo sin que se corte la conexión», se decía a sí mismo cuando se cumplían ya los veinte minutos de espera frente al ordenador.
Ha sido una notificación de Linkedin recibida en el teléfono móvil, y en la que su superior solicita trabajo públicamente, lo que finalmente ha hecho sospechar a Gutiérrez que algo había ocurrido.