Justo antes de marcharse a su adosado de la playa para pasar allí lo que queda de verano, Pepito Castaño, un hombre natural de Madrid, le ha pedido a su vecino que vaya a su casa y siga haciendo ruido con el taladro. “Especialmente los domingos a las ocho de la mañana”, le ha dicho. “No tienes que colgar nada ni hacer ningún trabajo concreto, con encender el taladro y hacer ruido con la broca en la pared es más que suficiente”, ha especificado.
Su vecino, Miguel Campillo, ya ha empezado a ir a su casa a hacer ruido con el taladro. De momento se pasa cuatro horas diarias con la herramienta, justo el tiempo que Castaño suele emplear el resto de días del año. “Yo sé qué él lo haría por mí”, aclara el vecino. “También doy gritos como si discutiera con su mujer para dejarle la casa tal y como la tenía antes de irse de vacaciones”, explica. Estos ejemplos de buena conducta vecinal se repiten estos días por toda la geografía española.
Después de hacer ruido con el taladro en casa del vecino del tercero, cada día Campillo sube al cuarto, se pone unos tacones y empieza a caminar con ellos. “Eso lo hago durante el día, de madrugada subo y me pongo a jugar con canicas”, declara. “Si yo me fuera de vacaciones también me gustaría que mis vecinos cuidaran de mi vivienda”, se sincera. “También voy levantando las tapas de los inodoros para dar un poco de sensación de normalidad a los pisos”, insiste.
Como Campillo está bastante tiempo fuera haciendo ruido en las casas de sus vecinos del tercero y del cuarto, le ha pedido al del segundo que vaya a su casa a golpear la pared con el martillo durante varias horas. “No lo hace mal del todo, pero cuando martilleo yo me oyen hasta los del entresuelo”, reconoce.