Diciendo “bueno, vale, voy pero… bueno, sí, voy”, las personas a las que se excluyó durante las sucesivas fases de la pandemia porque había un número máximo de asistentes a las reuniones de amigos y familiares han empezado a regresar a las quedadas grupales, aunque con prudencia y algo de rencor. “Qué alegría veros. Sí. En fin, pues aquí estoy otra vez”, han dicho los amigos excluidos estos últimos días al poder regresar a sus respectivos grupos de colegas sin ser capaces de disimular cierto resquemor.
“No me quiero hacer ilusiones, sé que cuando haya un rebrote volveré a ser el primero en caer”, explica Isma Jiménez, el miembro del grupo del que se desprendieron sus amigos para poder quedar en bares y domicilios privados. Admite que hubiera preferido quedarse en casa o buscarse un nuevo grupo de amigos, pero era más fácil humillarse y tragarse el orgullo.
“Son unos hijos de puta pero es lo que hay, en fin. Cuatro copas y a casa y ya está”, añade Jiménez con lágrimas en los ojos pero sin poder evitar -pues es un auténtico perdedor- estar contento de ver a sus viejos amigos.
Los amigos que fueron excluidos también han comprobado que, mientras sus colegas prescinden de las recomendaciones de Sanidad y se saludan con besos y abrazos, con ellos todavía prefieren guardar las distancias de seguridad y saludarles de lejos o con una patada.