Descartando rotundamente una evaluación digital, los rectores de todas las universidades españolas han ido confirmando poco a poco que, efectivamente, los estudiantes que quieran ser evaluados este curso tendrán que salir de sus casas y atravesar la ciudad (quizá usando calles poco transitadas o las cloacas), esquivar a la Policía y colarse en el edificio de la facultad por los conductos de ventilación para llegar al aula a la hora exacta de hacer el examen. “Sincronicemos los relojes: nos vemos exactamente en 10 días, 12 horas y 33 minutos”, declaró ayer Manuel Castells, ministro de Educación.
“Se acabó la fase remota: es hora de pasar a la acción y recorrer las calles. ¿Pensábais pasar de curso sin pisar la calle y ensuciaros las manos? ¿De verdad creíais que os lo íbamos a poner tan fácil? Ja, ja, ja. Me meo. ¿Por quién me habéis tomado?”, dijo ayer el rector de la UCM en un comunicado. En el texto, a fin de dar alguna ventaja a los estudiantes, también detallaba los horarios de las patrullas de mercenarios que están protegiendo el perímetro de las facultades.
Algunos estudiantes, además de preparar las respectivas materias de las que se tienen que examinar, están también organizándose en grupos de trabajo para, por ejemplo, hacerse pasar por trabajadores de mantenimiento y entrar en las aulas del examen, donde les esperará el profesor. Otros planean colarse en el edificio días antes, cuando haya menos vigilancia, y esperar agazapados la hora del examen.
El ministro de Educación no descarta, sin embargo, que algunas universidades habiliten un “sistema híbrido presencial y virtual” y que la manera de subir nota no sea solo amenazar al profesor sino hackear el sistema informático de la universidad contactando con expertos en la «deep web».
