- La actualidad del mañana -
- La actualidad del mañana -

Este es tu último artículo gratis este mes. Te queda un artículo gratis este mes. Te quedan unos pocos artículos gratis este mes.
No renuncies a la Verdad, suscríbete

Suscríbete

Un anciano lleva 12 días hablando con una fotografía de su nieto pensando que está haciendo una videollamada

AGRADECE A LA CUARENTENA QUE LE PERMITA PASAR TIEMPO DE CALIDAD CON SU NIETO

Este contenido es posible gracias a las personas que respaldan El Mundo Today con su suscripción. Ayúdanos a seguir siendo el mejor medio de información del país y suscríbete.

Contentísimo de que la pandemia le haya dado la oportunidad de hablar durante horas y horas con su nieto, Herminio Badajoz, un anciano de 78 años, lleva varios días hablando con una fotografía de su nieto creyendo que está haciendo una videollamada. “Pongo el móvil y nos vemos las caras y hala, me lío a contarle historias y me escucha con una atención… es que ni parpadea”, explica Herminio a la prensa, aconsejando a todos los abuelos de España a hacer lo mismo y perderle el miedo a las nuevas tecnologías porque “es muy sencillo de usar aunque al principio cueste un poco”. 

“Enciendes el móvil y ahí está el nieto, esperando que le hables”, explica Herminio, que confía en que su nieto Rubén siga igual de interesado en sus anécdotas cuando la cuarentena haya quedado atrás, absolutamente ajeno al hecho de que ni siquiera tiene una aplicación de videollamadas instalada en el móvil y que lo único que está haciendo es abrir la galería de fotos, donde tan solo hay una fotografía de su nieto Rubén, con quien no ha hablado una sola vez desde hace meses.

“Y yo llegué a Madrid con una mano delante y otra mano detrás, no te creas… Primero se vino aquí mi hermano, que en paz descanse. Yo me vino a los dos años, porque era más pequeño. Y empecé, fíjate tú cómo eran las cosas entonces, en una sastrería en la que solo se hacían pantalones. Hoy en día ya no hay sastrerías. Antes sí, había muchas. Ahora hay sastrerías pero para las bodas y cosas así. Cuando tú te cases a lo mejor vas a una sastrería, pero si no, pues no. Pues antes había sastrerías y yo estuve trabajando en una seis meses. Pero hacía recados, nada más. Luego de allí me fui a la obra, con mi hermano. Estuve poco tiempo porque a mí lo de levantar sacos de cemento no me gustaba mucho, ¿sabes? No me mires así, no es que fuera un gandul, lo que pasa es que yo no tenía mucha fuerza. ¿Tú has levantado un saco de cemento alguna vez? Pues ya está. Los jóvenes de hoy en día no sabéis nada. Tampoco estáis teniendo mucha suerte, eso es verdad, porque entre la crisis y lo de ahora… La verdad es que os estáis comiendo una mierda bien gorda. Me das a elegir y casi que prefiero lo que había antes. Porque trabajábamos a destajo, pero no había hambre. Cuando digo que trabajábamos ‘a destajo’ lo que quiero decir es que trabajábamos dos jornadas, eso es lo que significa. La palabra ‘destajo’ viene de eso. Primero trabajabas en un sitio y luego, fuera de eso, trabajabas en otro sitio. Fuera del tajo. De ahí la palabra. ¿A que no lo sabías? Claro que no lo sabías, no sabéis nada los jóvenes. De ahí me fui con el señor Ramón, que era un tipo que ya se murió pero que antes de morirse tenía un colmado donde a veces necesitaba ayuda. Colmado Comas, se llamaba. No sé si se llamaba Comas por el verbo comer. O sea, como que el colmado te anima a que comas. O bien se llamaba así porque era un apellido y el señor Ramón, que se llamaba Ramón López, se lo compró y no pensó en cambiarle el nombre porque siempre fue muy humilde. Humilde y un poco gilipollas también. Pues fíjate si allí estaba yo por lo que tenía que estar que me hicieron gerente. También te digo que le convenció su mujer. Una señora que aunque era mucho mayor que yo me hacía ojitos. Y yo también le hacía ojitos, pero solo porque yo en aquella época… bueno, yo tendría tu edad. Y por aquel entonces los chavales nos las sabíamos todas y no había sexo por internet, sino que tenías que estar a lo que tenías que estar. ¿Y a qué estaba yo? Pues yo estaba a la mujer del señor Ramón, que una vez… mira, una vez me la… O sea, me hizo una… Una paja, coño. Así te lo digo. Ya te he dicho que el señor Ramón era un poco gilipollas. Es que me tiras de la lengua, tú también. Pero bueno, como pareces interesado pues te lo cuento, que a lo mejor aprendes algo. El caso es que me hicieron gerente, pero me fui de allí al poco tiempo porque vino la mili. La mili tú no sabes lo que es pero era como ir a la guerra. Allí en la mili también estuve a lo que había que estar, pero no lo pasé bien. Lloré un montón por las noches porque echaba de menos a tu abuela. Porque, claro, yo entonces ya era novio de tu abuela. No muy novios pero sí un poco. Fue con las cartas que nos escribíamos cuando nuestro amor, nuestro cariño, empezó a fortalecerse. Y yo, fruto de aquel enamoramiento un poco adolescente pero muy honesto, le hacía promesas: que si cuando vuelva nos casaremos, que si cuando vuelva nos compraremos un coche, que si seré banquero, que si tendremos un apartamento en la costa, que si viajaremos por todo el mundo y visitaremos Roma. Nada, tonterías de enamorados porque luego, por hache o por be, no pude cumplir ninguna de aquellas cosas que yo le escribía en las cartas. A tu abuela no le importó porque siempre fue una mujer comprensiva y porque no fuimos ambiciosos. No somos como los jóvenes de ahora, que no tenéis ni idea de nada. Nosotros sabíamos lo que era la vida y sabíamos que había que conformarse con poco. Por otro lado, ¿estar con el amor de tu vida es conformarse con poco? Yo creo que eso es ser muy ambicioso y yo puedo decir que conseguí todo lo que me propuse en la vida. Fíjate, aquí estoy, con un móvil que parece puta magia hablando con mi nieto. ¿Se puede ser más feliz? No se puede. Bueno, sí se puede, me gustaría que tu abuela siguiera viva, claro. No obstante, y así te lo digo, cuando uno llega a mi edad comprende que las cosas con como son. Tu abuela fue inmensamente feliz a mi lado. Yo la traté como a una reina… Ahora me emociono pero estuvimos haciéndonos bromas hasta el último día. ¿Hay algo más bonito que eso? No lo hay… La vida al final se compone de esos pequeños momentos que uno atesora en el recuerdo. Yo no pido más. Y ya no sé qué más decirte. No soy tu puto bufón entreteniéndote. ¿Te crees que soy el jodido Netflix, hijo de la gran puta? No estoy aquí para distraerte. Si no fuera porque estamos hablando por el móvil te abría la puta cabeza de una hostia, por mamón. ¿No vas a decir nada? ¿Ahora me miras como si fuera imbécil o qué? Los jóvenes de hoy en día no sabéis nada y me hacéis enfadar. ¡Calla! No digas nada, como me contestes te reviento, mocoso”, le ha explicado Herminio a la fotografía en formato jpg.

spot_img

Apúntate a nuestro boletín de titulares

Últimas publicaciones

spot_img
spot_imgspot_img