Lamentando que le hayan arrebatado el espacio natural en el que llevar a cabo sus rutinas de pavoneo y vanagloria, Jaime Sanchís, de 43 años, lleva ya algunos días entrenando sus posturas delante de sus hijos porque el gimnasio está cerrado.
“Veía que estaba perdiendo la costumbre de enseñar músculos a otras personas y esto no puede ser porque, cuando vuelvan a abrir los gimnasios, igual me da hasta vergüenza ponerme a hacer bola delante de otras personas, así que uso a mis hijos para entrenar”, explica Sanchís, que lleva ya tres días gritando como un loco cada vez que levanta pesas.
Sanchís lamenta que sus hijos estén demasiado ocupados haciendo deberes y no puedan entrenar con él el tiempo que quisiera, dado que, por ahora, descarta entrenar a solas y discretamente sin que nadie esté mirándole.