El exproductor de Hollywood Harvey Weinstein fue uno de los triunfadores ayer en la ceremonia de los premios Oscar. Tras ver su carrera truncada por las acusaciones de varios delitos sexuales, Weinstein decidió pasar de la producción a la actuación encarnando a un hombre frágil, enfermo y superado por los tiempos modernos en su comparecencia al juicio por el escándalo que dio nacimiento al movimiento #MeToo. Una interpretación que le ha valido el reconocimiento unánime de la Academia.
«Se metió en el papel de un individuo patético y sometido a sus propios impulsos, alguien capaz de inspirar cierta compasión», admite el jurado de los premios, que espera poder homenajearle de nuevo el año que viene en la sección de «compañeros que nos han dejado».
Weinstein no pudo subir al escenario para agradecer la distinción y recoger su estatuilla, pues el acceso no estaba adaptado para su andador y nadie hizo el gesto de ayudarle a incorporarse.