Aunque el trabajador lleva desde 1988 pidiéndolo, el Museo Nacional de Arqueología se sigue negando a dejar que Adolfo Bruño, su conserje de 97 años, se jubile. Al hombre le cuesta cada vez más subir y bajar las escaleras o mantenerse en pie, pero los responsables del museo no quieren oír hablar de su retirada.
«Llevamos muchos años conservándolo, es uno de nuestros principales reclamos para el público», explican desde la dirección del museo, que insiste en que este empleado es «una pieza de valor incalculable».
Adolfo llegó al museo cuando era un crío, gracias a su trabajo duro ha ido progresando en la empresa y ahora todos confían en que algún día acabe ocupando el puesto de esqueleto de Homo Sapiens en la sección de Antropología. «Cuantos más años cumple más responsabilidad tiene», insisten los responsables del museo.
Bruño no se conforma con que sus superiores valoren su contribución al museo y sigue negándose a aceptar la oferta de quedarse a vivir «en una habitación de paredes acristaladas junto a varias vasijas de barro y un par de momias».
«Es un hueso duro de roer, pero hemos lidiado con piezas más delicadas», insisten desde el museo.